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El plan existe, sólo falta repetirlo

Cuando todos los jugadores de un equipo alcanzan el notable y alguno llega al sobresaliente, no hay otro significado que el buen juego, la armonía colectiva y un plan que merece seguirse. Ese fue el partido del Real Madrid frente al Sevilla, el equipo que no hace tanto le abocó a una crisis de gran calado. El proceso de destitución de Lopetegui se inició en el Sánchez Pizjuán, con una contundente derrota (3-0) y una sensación imparable de descrédito. Desde entonces, el Real Madrid se ha distinguido por la irregularidad y la búsqueda de soluciones a cargo de Solari. Nada empujaba a la confianza. De hecho, predominaba, o eso parecía, el caos. Hasta el sábado.

El encuentro enfrentaba a dos equipos con los mismos puntos, tercero y cuarto en la clasificación, partido de primer orden que no tuvo color. Lo ganó el Madrid con menos goles que méritos, con un empaque colectivo que nadie sospechaba y una convicción que desarmó al Sevilla. Los primeros 20 minutos y todo el segundo tiempo respondieron a lo que se espera de un excelente equipo. El Madrid fue tan categórico en su juego que desarmó al Sevilla, acuartelado en su campo, confiado en que amainara la tormenta. No amainó. El Madrid no bajó el pistón en ningún momento, noticia importante para un equipo que rara vez completa un gran partido. Al contrario, si algo distingue a este Madrid es su tendencia a jugar varios partidos en uno, por lo general decepcionantes.

Todos jugaron bien y algunos como en sus mejores días, caso de Modric y Casemiro, autores de los goles. El Madrid no es equipo de centrocampistas goleadores. En ese capítulo, las diferencias las marcaban los delanteros, y más concretamente Cristiano Ronaldo. Sin su concurso, el Madrid confiaba en el repunte de Gareth Bale, pero entre lesiones y desgana ha producido muy poco. Cuatro goles en LaLiga es una cifra abismal. Sin la cantidad acostumbrada de goles, el Madrid estaba obligado a un ejercicio más coral y más esforzado. No ocurrió con Lopetegui y tampoco con Solari, hasta el convincente ejercicio contra el Sevilla.

El Bernabéu, que parecía harto del equipo, saludó inmediatamente el admirable partido del Madrid. Se estableció una insólita conexión con las tribunas, acuerdo que deberá renovarse en los próximos partidos. De eso trató la victoria frente al Sevilla, de la capacidad del Real Madrid para establecer un prometedor plan y seguirlo sin la menor duda. Está claro que esta edición del Real Madrid no se va a distinguir por el fulgor de su fútbol, pero puede caracterizarle muchas de las virtudes olvidadas en los últimos años: la fiebre competitiva, la máxima atención de los jugadores, el empuje atacante y el intimidante efecto sobre los rivales.

El Real Madrid tendrá que convertir la actuación del sábado en algo más que un brillante partido para el olvido. Necesita trasladar su inesperada fortaleza al día a día y no regresar a su habitual falta de constancia. Si Santiago Solari buscaba y ha encontrado este equipo, esta manera de jugar y este mensaje al mundillo del fútbol, habrá resuelto con éxito su difícil travesía. Todo indica que el técnico ya tiene el equipo. Volverá Kroos, obligado a mejorar su discreto rendimiento esta temporada, y no le resultará fácil a Marcelo regresar a la titularidad.

El compacto y autoritario Madrid que derrotó al Sevilla marca la guía a seguir. Si funciona con el mismo grado de compromiso, será muy difícil abatirle. Si algunos jugadores se descuelgan en favor de la molicie, volverán los problemas de siempre. La gente, al menos, ya sabe algo: al Real Madrid no le faltaban recursos, le faltaba un plan y la voluntad general para cumplirlo, apretando los dientes si fuera necesario.