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El 2019 blanquiazul: un objetivo y ningún propósito

Seamos sinceros con los propósitos ahora que estamos a tiempo: nadie los cumple. Nos venimos muy arriba al formularlos bajo esa atmósfera navideña donde nos creemos que todo es posible, incluso pensamos que nos puede llegar a tocar la Lotería. Para el nuevo año del Espanyol, ni un solo propósito, solo un único objetivo: la estabilidad.

Estabilidad institucional. La estructura del club blanquiazul vivió en 2018 toda una revolución. El tridente Ramon Robert, Jordi Lardín y Quique Sánchez Flores desapareció y dimos la bienvenida a un cuarteto liderado por Roger Guasch y Perarnau junto a Rufete y Rubi. El camino hacia la tierra prometida por Chen, entre rumores de venta, parece que pasa de nuevo por la cantera y la austeridad.

Estabilidad deportiva. Pese a la mala racha actual, se debe seguir creyendo en el proyecto y en la idea de Rubi, aunque la montaña rusa a la que nos tiene acostumbrados a subir cada temporada el primer equipo haya cogido un nuevo nivel. Ya no es una atracción al uso, ahora parece un Dragon Khan.

Estabilidad social. No ayudó en este primer tramo de temporada la nueva política de abonos del club. La ya mermada afluencia de público al RCDE Stadium se vio de nuevo afectada. Lo pudimos comprobar incluso en el inicio de Liga cuando el equipo más ilusionaba o en el derbi frente al Barça, cuando equipo más lo necesitaba. La paz social, por supuesto, no puede ser tratada como objetivo que llega por sí solo, se consigue con una institución y una estructura deportiva estables.