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“Balompié” pierde, “voleibol” gana

El término “football” se plasmaba con la grafía del inglés en las primeras informaciones publicadas en español. Por ejemplo, el cronista que firmaba Jaso escribió el 26 de diciembre de 1922 en El Imparcial sobre un tal O’Page, que había dirigido el partido entre el Madrid y el equipo checo Cechie Karlin: “¡Qué malo es como árbitro de ‘football’!”. (Porque O’Page era además piloto de aviones, seguramente mejor que como árbitro).

En el año 1908, el periodista Mariano de Cavia propugnó para sustituir al anglicismo la traducción literal “balompié”. Esta alternativa no venció en la pelea, ya lo sabemos, pero “balompié” se quedó como segundo uso y como recurso estilístico; y aportó además el adjetivo “balompédico”; y hasta se instaló en el nombre de varios clubes (Real Betis Balompié y Albacete Balompié, entre otros, además de la Balompédica Linense). Hoy podemos encontrar todavía el término “balompié” en el Diccionario, si bien desde esa palabra se nos remite al vocablo “fútbol” (lo cual significa que es éste el término más usual). “Fútbol” llegó antes que “balompié”, y por ello dio dos veces.

Sin embargo, en el deporte ahora llamado “voleibol” sucedió lo contrario.

El término inglés “voleyball” se tradujo con gran éxito en España mediante el calco “balonvolea”. Y así se denominaba este deporte durante los años sesenta. Sin embargo, en la siguiente década comenzó a extenderse el anglicismo original, con la grafía “voleibol” (“vóleibol”en Uruguay, Argentina y Chile).

Tanto “balonvolea” como “voleibol” entraron juntos en el Diccionario, en 1970, pero la explicación de la palabra se situaba junto al vocablo traducido (“balonvolea”), y de ese modo quedaba marcado como voz más extendida.

El Diccionario Manual académico de 1989 cambia las tornas, y ya da preferencia a “voleibol”. La docta casa, sin embargo, modificaría su opinión en 2001, para regresar a “balonvolea” como opción recomendada. Lo cual decayó de nuevo en la edición de 2014, la vigente en la actualidad, en la que se prefiere otra vez “voleibol”.

Entre tanto ir y venir lexicográfico, la prensa y la federación de ese deporte habían escogido con claridad “voleibol” desde finales de los años setenta, desechando “balonvolea”. Y a partir de ahí nació el abreviamiento “vóley”, que sirve para formar, por ejemplo, “vóley playa”.

Así pues, el anglicismo “fútbol” llegó primero, y el calco “balompié” no lo desplazó. En cambio, “balonvolea” sí se había establecido antes, pero el anglicismo “voleibol” lo arrinconó. En este marcador, los anglicismos adaptados ganan por 2-0 a sus bienintencionadas traducciones.