Paz a los hombres de buena voluntad

La noria del fútbol tiene hoy a Marcos Llorente en todo lo alto, como tiene a Isco en todo lo bajo. Lo mismo podría decir de Solari y Lopetegui. El del fútbol es un oficio difícil, más que otros, porque en cada esquina te espera una sorpresa. Admiro a la gente del fútbol porque vive, mucho más de lo que pensamos, en un clima duro y cambiante, algo así como la cumbre de un ocho mil, donde cualquier cambio de dirección del viento puede trastocar tus posibilidades de supervivencia. Y eso vale también para los clubes. Miren si no al Real Madrid, con cara de crisis todo el trimestre, y ahora, ¿qué? ¿Otra vez campeón del mundo, no?

A todos nos hace felices lo de Llorente como lamentamos lo de Isco. Llorente, mejor jugador de la final, trae sangre de Gento y de Grosso, con un esqueje Llorente que lo mejora todavía más. Era un mal extremo al que Morientes encontró lugar como medio centro. Zidane y Lopetegui desconfiaron de él, quizá porque esa vigorexia de los Llorente le hacía perder la posición con frecuencia. Hasta Solari tardó en confiar en él. Pero ahora lo ha hecho y él ha demostrado, sobre todas, una cosa: que ha sabido ser suplente sin abandonarse. Cuando le han señalado con el dedo, estaba listo. Eso ya lo hizo Isco una vez, con Ancelotti. Ahora le toca de nuevo.

Esperar sin desesperar, ese es el secreto, porque el fútbol siempre da revancha. Yo, en estos días seráficos, espero sin desesperar un acercamiento entre dos hombres valiosos, sólidos y tercos, a los que tengo un afecto y una admiración que no se tienen entre sí. Hablo, claro, de Rubiales y Tebas, que están tironeando del fútbol cada uno para su lado de una manera que me empieza a parecer peligrosa. Vivimos días propicios para pensar en mensajes de paz y acercamiento. No tienen por qué quererse, no serían capaces, pero sí tolerarse y colaborar a fin de no dejar un mal legado. Que tengan ustedes una feliz Nochebuena.