Nunca es tarde para ser leyenda

Lydia Valentín no olvida. No puede y no debe. La berciana ha sido una de las deportistas más perjudicadas en la historia por el dopaje. Sí, tras mucho tiempo las rivales que habían hecho trampas han sido castigadas y ella está recibiendo todo el reconocimiento tardío. Es de justicia, pero ¿cuánto vale escuchar el himno de tu país en un podio de unos Juegos Olímpicos? A Lydia se lo robaron en Londres y eso siempre será así. Esa medalla luce en su palmarés, pero la halterófila de Camponaraya todavía no ha podido tocarla. El momento está cerca, lo sabe y le motiva. Ella la espera para el inicio de 2019 y cerrar así de una vez el pasado. No ha tenido suerte, aunque peor hubiese sido no poder quedarse nunca con sus posiciones reales. Todo ello la ha convertido en un estandarte del deporte limpio. Merecido.

Con ese capítulo casi cerrado, Lydia mira a Tokio 2020, sus Juegos. Será su despedida y tendrá la certeza de que la competición será entre iguales. Los países que más casos de dopaje han tenido en los últimos años han sido castigados con dureza para esa cita (sólo podrán llevar dos hombres y dos mujeres). Da seguridad, aunque ella sigue estando algo recelosa. Normal con todo lo que ha vivido. Valentín es la mejor del mundo. Por títulos (este año ganó el Mundial en una categoría superior a la suya), por marcas y sensaciones. Cuando ella compite el resto mira... y disfruta. Lydia encarna los valores de juego limpio, esfuerzo y destreza de los que se compone el movimiento olímpico. Con retraso, pero la española se ha convertido en leyenda. Aunque ella es ambiciosa, no se conforma. Quiere otro oro olímpico.