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Laia Palau... todo eso y mucho más

Es muy fácil leer en Laia Palau que el baloncesto para ella no ha sido suficiente. Las inquietudes se le han multiplicado. De perfil humanista, con aristas comunistas y apasionada de las artes, dice que todavía no sabe qué será de mayor aunque ya tiene 39 y estudió Educación Social. Igual se le ha pasado por alto todo lo que ha conseguido en el baloncesto: once medallas con la Selección que incluyen dos Eurobasket ganados y una maravillosa plata olímpica en Río. También dos Euroligas pero, sobre todo, una forma diferente de interpretar el juego que Carme Lluveras detectó cuando Laia estaba en el Barça. En su baloncesto, zurdo e imprevisible, es fácil detectar una sensibilidad especial.

Escucharla en las ruedas de prensa con Lucas Mondelo en el Mundial de Tenerife fue algo más que didáctico. Resultó simpático. Sólo es posible encontrar tanta química capitana-­entrenador en el paso de estos largos años felices e históricos del baloncesto español y por eso Laia Palau no es capaz de decir todavía que se va. Porque posiblemente de mayor, y a pesar de ese mundo interior que le da vueltas, también quiera estar en el baloncesto. Estaría bien que se lo pensara. Y luego que lo combinase con sus gustos culturales, sus viajes con su furgoneta Calista, otro guiño literario. Y con sus ratos mezclada entre parroquianos y guiris en el maravilloso Kiosko Universal del mercado de la Boquería de Barcelona. Viéndola allí, descubrirán que es una más. Ocurrente en sus respuestas, pero también emotiva. "Nos hemos merecido un Mundial en casa". Y ellas no fallaron, claro.