Campeona hecha de sueños
Lo dijo Muhammad Ali, que para el caso es como si Dios hubiese abierto la boca: “Los campeones no se hacen en gimnasios. Están hechos de algo inmaterial que está muy dentro de ellos. Es un sueño, un deseo, una visión”. Joana Pastrana tuvo esa visión. Y ha cumplido su sueño… en parte. Mientras servía mesas en un restaurante de Alcobendas decidió un día que su futuro no iba por ahí. Que quería forjarse otro. Más incierto, más difícil también, pero más bonito. Pensó que mejor morir de pie que vivir de rodillas. Y con unos guantes de cuero calzados. Lo dejó todo y se puso en manos de otro soñador, Álvaro Gil-Casares, un joven promotor y manager que también dejó un trabajo más seguro hace años para dedicarse a su pasión, el boxeo, donde los directos también vuelan por los despachos, por cierto.
En dos años y medio, la pequeña boxeadora madrileña ha pasado de debutante en profesionales a campeona mundial. Por el camino tuvo que pasar una prueba de fuego. En un combate en Alemania contra Tina Rupprecht, la actual campeona CMB, se rompió una mano en el segundo asalto y supo sufrir hasta que sonó la campana: perdió (la única tacha en su historial) por un punto. Desde entonces, piensa cada día en volver a cruzarse con la alemana. Porque en ese sueño que ha cumplido en parte hay espacio para más: el deseo (volvemos a 'The Greatest') de unificar los cinturones de los cuatro organismos. Ojalá quienes manejan el negocio le permitan optar a ellos. Y que se haga real otro anhelo: un pabellón enorme y lleno, rugiendo con sus ataques. Para Joana no hay imposibles. Soñemos.