Un motor inteligente
Ese gol que marcó Messi, en un partido que comenzó como una feria de oportunidades, es propio del motor inteligente que marca sus movimientos. Lo marcó, después de una escaramuza con Dembelé, por el único ángulo visible. Era, en realidad, un ángulo visible para un futbolista de su entraña, capaz de averiguar en los resquicios del área el flanco propicio. En él funciona la intuición, naturalmente, que por eso se entrenó en campos pobres, donde todo se consigue a base de lucha, de rebusque; pero a veces, como anoche, afrontó la cuesta arriba del partido de la manera que sabe mejor: haciendo peligrosas incursiones en solitario para ablandar la solidez machacona del PSV.
Y luego vino el gol de Piqué, fabricado hasta el milímetro por ese motor inteligente que exhibe Messi. Nadie sabe qué hubiera pasado si el pie de Piqué no se cae hacia ese lado en que la fortuna le otorgó un gol. Pero lo que sí se sabe es qué pasa en esas circunstancias si no está ese motor en el campo.