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Empate sin remedio

Tanto esperar. Diego Costa es un jugador de oportunidades, como un aficionado a los Black Fridays. Su gol fue consecuencia de su don de la oportunidad. El Barça se fue dejando y el Atlético fue subiendo a la montaña en la que gobernaba, hasta entonces, Umtiti como un manojo de nervios. Dembélé fue el chorro de agua fría. Un empate es aquí justicia poética.

Griezmann. Hizo de todo el Barcelona menos lo que tenía que hacer, tirar a puerta. El Atlético no lo había hecho, pero reservaba la bala Costa. Mientras Messi organizaba ese juego de mariposas que a veces asusta a los ajenos y a veces aburre a los suyos, Griezmann apuraba algunos azares de su calidad. Y estuvo a punto de acabar con la tardía siesta de los azulgrana. Fue el aviso de lo que luego iba a pasar. Dembélé vino en auxilio; tenía una daga, no estaba durmiendo.

Naderías. No hubo espectáculo, el espectáculo fueron Costa y Dembélé. Costa tuvo como colaborador necesario a Umtiti, que se dejó seducir por las broncas del brasileño. Fue la preparación de una nervadura que agarrotó al Barça detrás y delante. En situaciones así es inútil esperar alegría, solo se espera en realidad la alegría del resultado. Nadie brilló sino por rachas. Las rachas de Arturo Vidal, dispuesto a dar su vida por la titularidad, las andanzas de Rodri… pero de aquellos que tienen la calidad en los pies y en el aire con el que juegan solo hubo atisbos. Nada. Los ausentes resolvieron. Costa y Dembélé, dos hombres y un destino: el empate.

La crisis. La crisis ahora visita la casa azulgrana; el empate no es un talismán, sino una señal de alerta. No es una crisis de juego, es una crisis de entusiasmo. El equipo está padeciendo las heridas que antes fueron meras heriditas, accidentes de recorrido. Al Barça le cuesta encontrar la respiración imaginativa que, en la pasada temporada, lograba hacer del equipo una roca. Ahora es una ola, pero una ola de orilla, incapaz de usar sus efectivos con la brillantez que se le exigiría a su calidad. Fue una ocasión mayor de dar un golpe, el empate es un golpito. El Atlético ahondó en esa crisis de identidad e impuso la suya. Los partidos se ganan poco a poco, y sobre todo en los últimos tramos de los últimos minutos. El gol de Costa fue un homenaje al control del tiempo, enseñanza suprema del Cholo Simeone. El de Dembélé es un mensaje a Ernesto Valverde. Aquí estoy yo, pero dicho en francés.

Ese gol. Ese gol de Dembélé es un gol de futbolín. Agarra la ocasión, la disfruta, le explica a los contrarios que es como dicen, un despistado, así que simula darle mal a la pelota, cuando en realidad se la está preparando para el otro pie. El Barça podría jugar sin él, pero sin él hubiera perdido ya varios partidos. Soy de Dembélé, me gusta su modo de despistar.