Un Clásico de verdadero infarto

En el imaginario del futbolero figura el Boca-River en el top del ránking de aquellos partidos que no deberíamos dejar de ver antes de morirnos. He podido presenciar varios clásicos inolvidables y otros olvidables, pero la experiencia emotiva de la Final del Siglo supera todo lo conocido hasta ahora y no es especialmente placentera. Mas bien los contrario. Los hinchas de River y Boca sufren como nunca ante esta gran final, porque nunca se había dado en la historia que los dos clubes más grandes del país se midieran en la final de la Copa Libertadores.

Este clásico tiene la matriz emocional de los argentinos, de vivirlo ya no al borde del ataque de nervios sino al borde del infarto. Y aunque parezca increíble, el miedo es real porque la pesadilla de perder se ha apoderado de los hinchas de uno y otro equipo. La Sociedad de Cardiológica Argentina ha recomendado en la previa de la final, hacerse chequeos médicos antes de ver el partido y ha difundido la lista de síntomas a los cuales los hinchas deberán prestar atención. El honor y la gloria de los históricos rivales se mide por única vez en una final, y es un espectáculo sólo recomendable para corazones sanos.

El componente deportivo, que debiera ser el más importante también suma dramatismo a la finalísima. Los de River sueñan con que su equipo alce la cuarta Copa, y sacarse de encima el estigma de haber descendido a la B. Los de Boca quieren dar el K.O. a su archirrival en el Monumental y conquistar la séptima Copa Libertadores para alcanzar a Independiente, el actual Rey de Copas.