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El Real Madrid se aboca de nuevo al debate chusquero

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Cinco meses después de contratar a Julen Lopetegui, en aquellas fechas seleccionador español y dueño de un exitoso recorrido de dos años sin derrotas, el Real Madrid se afana en buscar un nuevo entrenador. Todo apunta a Antonio Conte, técnico con éxitos relevantes en la Juventus y en el Chelsea, donde superó unos cuantos récords de Mourinho.

Un año después, Conte representó durante meses el papel de entrenador virtual que le ha tocado representar a Lopetegui en el Madrid desde la derrota en Sevilla. Desde mediados de temporada se informó en la prensa que no dirigiría más al Chelsea. No se emitieron comunicados oficiales, ni se escuchó una sola palabra de Roman Abrámovich (propietario del club), ni nadie en el club negó las informaciones, convenientemente filtradas a la prensa. Más o menos como en el caso de Lopetegui.

La misma infantería mediática que celebró la inaudita operación que desembocó en el fichaje de Lopetegui, dos días antes de comenzar el Mundial de Rusia, se ha encargado de transmitir las informaciones que deslizaba la dirección del Real Madrid, siempre devastadoras para Lopetegui, obligado a actuar en unas condiciones de insoportable estrés y máxima desconfianza de la junta directiva. No hay manera de conducir un equipo de las características del Madrid cuando su presidente sólo dirime la fecha de caducidad del entrenador, en medio de un silencio formal y un impresionante ruido mediático.

En las condiciones que presidieron el Clásico, estaba claro el destino del equipo y de Lopetegui. Pocas veces el Real Madrid ha llegado tan lastimado y con menos apoyo explícito de sus dirigentes. Desde el club no hubo la menor invitación al optimismo. Un temible silencio caracterizó los días previos al partido, convertido en una especie de anécdota. En las tres semanas anteriores, el juego de cada día consistió en poner fecha al despido de Julen Lopetegui, víctima de los malos resultados y de sus errores, pero también de una situación con ribetes sádicos.

Más que un partido, fue un vía crucis para el entrenador del Madrid. Expuesto a las incesantes imágenes de su calvario, conmovió su sufrimiento. Estaba destinado a un horror todavía más agudo por la trascendencia mundial del partido. Más que una oportunidad para variar el destino de Lopetegui, el Clásico significó un castigo para el técnico. Los acontecimientos previos y los clamorosos silencios del club invitaban a la catástrofe, concretada el domingo en el Camp Nou.

Se ha analizado el partido desde mil vertientes diferentes. Hay una relacionada con la diferente dinámica que generalmente emplean el Barça y el Real Madrid para resolver sus grandes crisis. Cuando el Barça entra en dudas, el debate es de carácter futbolístico. La gente se entusiasma con Arthur por sus características: recuerda al modelo de centrocampista que desea el barcelonismo y que no ha encontrado en los últimos años. Es un asunto educacional, metódico.

A través de ese pensamiento conductor, conectado a los nombres de Cruyff, Guardiola, Xavi, Iniesta, Busquets y compañía, el Barça ha construido una sólida base para apoyarse. No le faltarán problemas sin respuesta o decisiones erróneas, pero la hoja de ruta está marcada para la hinchada. Es la razón principal de su tremenda consistencia: siete títulos de Liga desde 2009, nueve desde 2005.

En el Real Madrid la dialéctica es militarista. Mano dura o mano blanda, una mirada cutre que sorprende en un club que se proclama faro del fútbol en el mundo. A nadie sorprende que desde el Madrid se presente más a Conte como un cabo chusquero que como un gran entrenador, y seguramente lo es. Florentino Pérez quiere leña, pero es hombre olvidadizo: las seis últimas Copas de Europa las han ganado Del Bosque, Ancelotti y Zidane.