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Con una venda en los ojos

Hablábamos hasta hace nada de 'la flor de Zidane', como si se tratara de la flor de Humboldt o la del Conde de Buffon, que aunque aquí nos suene cien por cien a fútbol no era sino otro ilustre botánico. La piedra filosofal de su enorme éxito, el de las dos Champions League consecutivas, respondía simplemente a la suerte. O eso se decía. No se entrenaba mucho, las alineaciones llegaban al dictado, la pizarra sobraba, pero como se ganaba... La pasada liga, a estas alturas (una vez disputada la jornada 10), el Real Madrid estaba a ocho puntos del liderato, también en manos del Barça, cuando ahora lo está a siete.

Una crisis idéntica con distinto entrenador. La borrachera de títulos europeos ha hecho ver al equipo más alto y más guapo de lo que era. Y de repente, casi sin darse cuenta, el aficionado madridista ha empezado a ver achaques en la columna vertebral del equipo. En Marcelo, en Ramos, en Kroos, en Modric, en Bale, en Benzema… "El respeto se gana, no se impone", decía ayer Ramos ante la anunciada llegada de Conte, al que muchos ven con el látigo en la mano desde que se levanta hasta que se acuesta. Tiene razón el capitán, del mismo modo que el crédito y los éxitos pasados no son un cheque en blanco. El Real Madrid juega mal, muy mal, desde hace tiempo, y no querer verlo es la mejor manera de que en el barco siga entrando agua.