Hamilton marca una época en la F1
Descubrimos a Lewis Hamilton cuando llegó a McLaren en 2007 para complicarle la vida a Fernando Alonso. Tanto lo hizo, que obligó al asturiano a abandonar Woking ante la clara apuesta de Ron Dennis por un debutante que era su apuesta personal. El británico se convirtió así en la bestia negra de todo un bicampeón mundial y lo cierto es que lo hizo con argumentos de peso: era tan bueno ya en su primer año en la Fórmula 1 que forzó al equipo a afrontar una crisis para la que obviamente no estaba preparado, nadie lo tenía previsto. Hamilton era realmente excepcional y su adaptación a los grandes premios sorprendió incluso a los observadores más sesudos. Atesoraba calidad, talento, valentía y hambre de triunfo. Sólo necesitaba tiempo, esa experiencia que le ha llevado a marcar toda una época.
En poco más de una década, cinco títulos mundiales. Los mismos que esa leyenda llamada Fangio y a sólo dos del récord de Schumacher. Ahí es nada. Hamilton ha crecido como piloto y ha tenido la fortuna de convertirse en el hombre fuerte de la escudería hegemónica de los últimos seis años. Ya en 2008 se quitó la espina de la temporada anterior con su primera corona pero ha sido con Mercedes donde ha encontrado la horma de su zapato. Un proyecto tan ambicioso como él mismo, al que se incorporó con una madurez que tardó en llegar para hacerlo de una forma abrumadora. Sus excesos en pista quedaron atrás, sus abusos con los neumáticos se redujeron a lo mínimo, aprendió a gestionar su arrojo hasta convertirlo en fortaleza. Y todo con un coche imbatible que sólo admitía un desenlace: la gloria.