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No disparen contra el pianista

Un escueto “sí, sí” de Emilio Butragueño desveló la incógnita que ha planeado como una guillotina sobre el próximo futuro de Lopetegui. Dirigirá al Real Madrid en el Camp Nou, pero no hubo más explicación de Butragueño, habilidoso en su papel de director de Relaciones Institucionales, que requiere la dosis de diplomacia que no se exigiría al Director Deportivo, cargo que no existe en el Real Madrid, pero que de facto corresponde al presidente. Florentino Pérez no ha hablado públicamente, pero se le interpreta a través de los mensajes que envían sus habituales emisarios.

Nadie sabe hasta dónde llega la cuerda de Lopetegui. Prevalece un silencio espeso que anima al rumor y a generar sospechas sobre el destino del entrenador, en medio del creciente desasosiego del equipo, donde hay síntomas de irritabilidad. Marcelo se lanzó en tromba contra la prensa después de la sufrida victoria sobre el Viktoria Plsen. No hizo excepciones. Metió a todos los periodistas en el mismo deplorable saco y se quedó tan ancho. El gran lateral brasileño trasladó un clásico al inquieto escenario del Real Madrid: derivar al mensajero las responsabilidades de una crisis que deberían repartirse entre el presidente, el entrenador y los jugadores.

El Madrid ha perdido una cantidad inusual de partidos, marca muchos menos goles de lo corriente y decepciona con su juego. Son datos objetivos sin relación con el periodismo, donde cada cual intenta ofrecer su explicación a la crisis. La responsabilidad de Lopetegui no es otra que la gestión de un equipo que no acaba de arrancar. Desde el partido contra el Roma, celebradísimo por la prensa, el Madrid ha entrado en uno de sus periodos más negativos de los últimos 20 años. El equipo produce sensación de fatiga, de estar cansado de verse, de necesitar una regeneración significativa.

Lopetegui aceptó las reglas cuando prefirió el Real Madrid a la Selección. El club fichó a Courtois, Odriozola y reclamó al joven Vinicius. Mariano, suplente de Morata y Benzema hace dos años, llegó en el último minuto para intentar un imposible: rebajar con sus goles la nostalgia por Cristiano Ronaldo. Ninguno de ellos transformaba el paisaje de un equipo que empieza a contar con bastante gente mayor de 30 años —Sergio Ramos, Marcelo, Modric y Benzema— y que perdió a Cristiano Ronaldo, cuya veteranía es simétrica a su capacidad para marcar los goles que tanto les cuesta anotar a Bale.

Lopetegui accedió con entusiasmo a dirigir ese equipo, que ahora no funciona. Es un buen equipo que tiene un techo bastante más alto que el actual. Si al técnico le corresponde obtener el mejor rendimiento de los recursos que ha recibido, casi todos los jugadores están más que acreditados en el escenario internacional. No hace mucho, cinco de ellos figuraban en la alineación ideal de la FIFA. Ninguno de ellos se acerca, ni de lejos, a las prestaciones que les caracterizan.

Entrenador y jugadores no han logrado armar un Madrid convincente, pero este Real Madrid es objetivamente el más débil de los últimos años. Esa cuenta corresponde a un club cuya dirección deportiva corresponde esencialmente a Florentino Pérez. La atonía del Madrid en el mercado, más visible aún tras la marcha de Cristiano Ronaldo, es de tal calibre que el último banquillo —el del difícil trago europeo— estaba ocupado por Courtois, Odriozola, Varane, Valverde, Vinicius, Asensio y Mariano. Suele decirse en el fútbol que son los banquillos los que ofrecen el verdadero potencial de un equipo. El del Real Madrid es bueno, sin más, pero no impresiona a nadie. Esa responsabilidad, por supuesto poco comentada, sólo puede atribuirse a Florentino Pérez.