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Tercer tiempo

Valdano y las palabras

Jorge Valdano viene de Argentina, donde los niños leen aún sin dientes. Les leen los padres, les leen en las guarderías, y leen ya para toda la vida. Por eso hablan bien luego, y para siempre, y escriben bien, y eso se ve en la historia de su literatura, desde Jorge Luis Borges a Mariana Henríquez (lean La hermana menor, Anagrama). Y Valdano, que fue futbolista (campeón del mundo, con Maradona), escribe estupendamente, y habla con igual destreza. Por estas cualidades, que afloraron cuando dejó el fútbol y se dedicó al comentario, le ganó la burla de los García que hay en nuestra cultura. Él no fue la única víctima.

Burla de sudacas

Cuando Valdano empezó a escribir (en El País, adonde ha vuelto) hubo en España una revuelta reaccionaria contra los sudamericanos, presentados ante la sociedad como causantes de la crisis de empleo que a principios de los 90 hubo entre nosotros. Debieron salir artistas españoles y personalidades sudamericanas (con Valdano entre ellos) a contrarrestar la campaña con un eslogan en el que ellos se llamaban a sí mismos sudacas. De aquel periodo quedaron buenas cosas, entre ellas la escritura y la palabra de Valdano. Estos días él ha dado una muestra de los recursos literarios que le dio su buena escuela de Las Parejas, Argentina.

Metáfora de fútbol

Dice Valdano, en su último artículo en El País, que el fútbol está gobernado por un "novelista inigualable" que cambia la realidad y la convierte en ficción. Se refiere a aquel gol que dio la victoria al Alavés en el último minuto frente al Real Madrid. Cuando vio Valdano la cara que se les quedó a Florentino Pérez y a Julen Lopetegui entendió la dimensión de la tragedia que ocurrió en la sorprendente narrativa del partido. Cuando entró aquel gol de Manu en el minuto 95, escribe Valdano, "fue como un tiro en una iglesia". Esa valentía para la metáfora es la que produce la escuela argentina.

Todo no es oro

Eso de que los argentinos hablan y escriben bien gracias a la educación es algo que le escuché hace un año a Mario Vargas Llosa, hablando de la literatura de ese país en la Feria del Libro de Buenos Aires. No es que en Argentina haya buenos escritores, es que hay buenos lectores, desde la crianza. Pero, claro, no todo es oro. Diego Armando Maradona no muestra esas excelencias, aunque es dueño de otras. Difícil escucharle decir lo del tiro en la iglesia, pero los comete. Ahora ha arremetido contra Messi como quien dispara contra una mariposa. Lo que ha dicho no califica como metáfora sino como insulto.

Cruz de Kroos

Alemania, por cierto, como Francia, como Inglaterra, son cuna y escuela de grandes lectores, y quizá Kroos, futbolista, es uno de ellos. No se ha distinguido, sin embargo, por la capacidad de metáfora que distingue a la poesía de su tierra, desde Goethe a Brecht. Le mandó un recado a su entrenador, Lopetegui, sin más remilgos: él no es Casemiro y por tanto no puede comportarse como Casemiro. Sin vuelo en el verso, como decía Pepe Hierro, el gran poeta cántabro, el mediocentro alemán, exquisito en las faltas y lento en el regreso (Relaño dixit), dejó sobre la mesa un conflicto en el reencuentro.

Una bebida apresurada

Un minuto de poesía canaria. Recuerdo siempre a Manuel Padorno, que seguía con determinación y paciencia a la UD. El autor de Una bebida desconocida era él mismo impaciente, como pintor, como poeta, como editor, pero fue capaz de mostrar paciencia incluso en su apresuramiento. Me he acordado de él ahora también porque veo a mi UD con prisa: pierde en Almería, tras unas jornadas que la ponen en lo alto, y rompe los muebles del entrenador. Un poco de sosiego, que no se gana la gloria en un día. Ahí hay un hombre paciente, Patricio Viñayo, buen lector, ojalá ponga orden.

La frase

“Al novelista inigualable que habita dentro del fútbol le gusta ponerlo todo patas arribas”. Jorge Valdano en El País