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El espejo de Carlitos

Las personas son los espejos en que se reflejan nuestros ojos. Jamás he podido olvidar los ojos de Vicente del Bosque (don Vicente del Bosque) cuando le pregunté sobre épocas pasadas que dejaron en él heridas de las que quizá no se podrá curar nunca. No dijo una palabra, y tampoco la busqué insistiendo, pero aquellos ojos fueron una respuesta que no cabía ni en un papel ni en una línea ni en un libro. En esa mirada está el mundo entero, su alma y su silencio. Me he acordado de esto ahora cuando he vuelto a ver el rostro de Javier Matallanas, el hermano de Carlos Matallanas, hablando de Carlitos, su hermano futbolista, crítico de fútbol, entrenador, ser humano que ahora comunica, con palabras que le salen del alma, la historia inmensa de su experiencia de dolor y de esperanza. Un ejemplo de mirada sobre un deporte que hace felices a los niños y a los viejos, y en el que él ha intervenido desde todos los ángulos, y que ahora alcanza, en la sabiduría de su silencio hablado, el nivel de ejemplo para otros, de espejo en el que otros han de mirarse, para relativizar el dolor propio, para sobrellevar como un mensaje que no se acaba en el dolor mismo, sino que alcanza su poder, su esencia, en la esperanza que otros viven gracias a la nobleza del que ya lo sobrelleva.

Ahora Carlitos le da nombre a un concurso literario cuyo jurado tiene el privilegio de contar con la presidencia de un grupo de los futbolistas más nobles que ha tenido el deporte español. Del Bosque es un espejo de Carlos, en ambos miramos la nobleza. Que estén juntos en el premio Carlos Matallanas es una metáfora mayor de las creadas por él, espejo de una familia adorable.