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Odisea de los afeitados

Entraron en el campo afeitados el capitán primero y el tercer capitán. Parecía un símbolo de lo que pasaría. Y fue un partido afeitado, o de los afeitados. Messi, el principal capitán, se rompió a jugar, abrió el marcador, intentó salvar al equipo primero de una derrota y después de un empate, que son resultados en sí mismos históricos y también vergonzosos ante un equipo que nunca logró tales hazañas en el Camp Nou. El Girona jugó hasta que puso al Barça en fuera de juego, histérico. Cuando Piqué empató (se empató a sí mismo, pues de él fue culpa el primero del Girona, tampoco acertó en el segundo), el equipo de Stuani se dedicó a hacer lo que se espera en esas circunstancias. Tuvo una ventaja, la ausencia de Lenglet, por una roja que fue síntoma grave (se decía en Carrusel) de un arbitraje triste. Dembélé fue luego el otro ausente. El Barça, sin el francés, fue un disparador sin tino.

No es solo un empate, es también una lección que le llega muy pronto a este Barça. Demasiados jugadores entre los que optar. No ha funcionado la rotación. Sin Rakitic el medio campo no respira. Arthur no ha cogido el aire de aquí. Y Lenglet no es aún una opción segura para una defensa en la que Piqué ha dejado de ser el muchacho rápido que corría más que su mente. Afeitado Piqué, afeitado Messi, afeitado el Barça, el Girona afeitó un buen resultado. El Barça entró con plomo en las alas. Salió con plomo en las botas.

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