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Márquez es todo corazón

Alberto Puig se asomaba inquieto desde el muro de la recta de meta para animar a su piloto. Con los brazos le impulsa a que siga empujando, porque sabe que Márquez lo continuará haciendo. No necesitaba ganar en MotorLand, pero quería esa victoria. Y así ha sido. Es todo corazón, todo coraje, todo pundonor. Pelea por su quinto título mundial de MotoGP y disfruta de margen para mostrarse conservador, sólo que ése no sería el Marc que enamora y entusiasma. Estaba en un circuito que tiene ya una curva a su nombre, que gira hacia la izquierda y que ofrece cambios de dirección que le permiten neutralizar las ventajas de potencia de las Ducati, más torponas en este aspecto. Así que había una oportunidad y no iba a renunciar a aprovecharla. Existía el riesgo, sin duda, pero le aguardaba la gloria.

Y el espectáculo ha vuelto a ser antológico. A Dovizioso le urge ganar carreras a su rival si quiere mantener una mínima esperanza de ser el nuevo campeón, así que tampoco iba a vender fácil un triunfo tan valioso. Lamentablemente se perdió la fiesta a las primeras de cambio Jorge Lorenzo, aunque no por ello la diversión decayó al sumarse a ella las Suzuki en algunos compases de la carrera. Ni uno ni otros fueron capaces de contener a ese torbellino llamado Márquez. Se olvidó la famosa calculadora en el box, así que sólo tenía que pensar en satisfacer a sus seguidores, a su equipo y a su propia ambición, que es obvio carece de límites. Si la jugada le hubiera salido mal ahora lo lamentaríamos, lo que no cambiaría sería la admiración que merece un deportista que jamás cede ni se rinde.