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El Espanyol dio un susto en el Bernabéu

Después de la noche feliz de Roma, el Madrid enfrió el ambiente con un partido de más a menos que acabó con seria amenaza de empate. Cuanto más avanzó el partido, más deslucido fue para los de Lopetegui y más lucido para los de Rubi, que con sus cambios en la segunda parte ganó la iniciativa. Lopetegui tuvo que acudir a un doble pivote, uniendo a Casemiro y Llorente, porque el equipo estaba descosido. La mejor ocasión de los pericos la tuvo Borja Iglesias, que le quitó el balón a Sergio Ramos en un despiste de esos tan suyos, y lo mandó al larguero. Ahí se salvó el Madrid de un castigo que venía mereciendo.

Así que el partido se resolvió por el solitario gol de Asensio, en el que Mateu Lahoz, el árbitro más retratado hasta ahora por el VAR (la de ayer fue la cuarta vez en tres partidos), se empantanó. El asistente no levantó el banderín, pero él señaló fuera de juego. Obviamente, tenía mucho peor punto de vista que su asistente, a saber por qué se metió en ese charco. Su afán de notoriedad, supongo. El caso es que mandó el gol al limbo, del que el VAR lo rescató. Ese gol premió la insistencia del Madrid en atacar en la primera parte a una defensa muy cerrada y bien puesta del Espanyol. Digo la insistencia, no el acierto. El Madrid creó pocas ocasiones.

Por lo demás, el partido, en día de rotaciones, sirvió para la presentación de Odriozola, un jugador que caerá bien en este campo, porque va a todas y tiene buen pie. Ceballos tuvo una nueva oportunidad de mostrarse útil. Él ha ganado más que nadie con el cambio de entrenador. Al que se ve alicaído es a Lucas Vázquez, que tuvo su ratito, pero que empieza a notar que cuenta menos que antes. Mariano salió ante la alegría general cuando ya quedaba poco y el equipo estaba derrumbándose, pero alguna cosa buena hizo. En conjunto, fue una noche de esas en las que el aficionado se lleva a casa los puntos y poco más. Enfrió lo de la noche del Roma.