Una brillante España en un contexto diferente

Dos meses después de estrellarse en el Mundial, la Selección derrotó a Inglaterra (4ª en el Mundial) y a Croacia (2ª), dos victorias de prestigio. El impacto mueve al enésimo debate, como siempre en España, donde no hay éxito o fracaso que no alimente la polémica. El brillante juego del equipo, ahora dirigido por Luis Enrique, ha invitado en algunos sectores a una especie de peculiar revisionismo. Utilizan las dos victorias como argumento para atacar a la Federación Española por la destitución de Lopetegui dos días antes de comenzar el Mundial. Los dos excelentes resultados en cuatro días han servido en otras trincheras para condenar y clausurar el estilo que hizo famoso al fútbol español. Y en los cuarteles más emperrados en lo táctico se advierten matices tan sustanciales que explican este repentino renacimiento de la Selección.

Conviene celebrar el éxito del equipo, que ha funcionado como un reloj en los dos encuentros de la Liga de Naciones. De un plumazo ha desaparecido el pesimismo general, acentuado por la nostalgia de la Selección que fue y el miedo a que nunca más vuelva a regresar. Es el temor natural que afecta al tránsito de los campeones desde la cima a la sima. Lo ha sufrido Francia y lo sufren Brasil, Argentina y España, por no hablar de Inglaterra, huérfana de títulos (Mundial y Eurocopa) desde 1966. Sin embargo, los dos recientes partidos permiten afrontar el futuro con la confianza recuperada. España mantiene una excelente producción de jugadores y un fútbol que en sus mejores días, y estos lo han sido, apenas admite rival en el mundo.

No tiene sentido utilizar las recientes victorias para reprochar la decisión que tomó la Federación en las vísperas del Mundial. Cualquiera que hubiera sido la gestión de aquel inaudito caso –la oferta del Real Madrid a Lopetegui, aceptada por el seleccionador y comunicada públicamente por el club–, nada habría impedido la conmoción, el estrés y el desánimo en el equipo y su entorno. Nadie sale indemne después de un episodio tan desgarrador.

Tampoco es sensato medir a un equipo por sus dos victorias en un torneo naciente, un bebé futbolístico que no sabemos si tendrá recorrido o no, con las agobiantes exigencias del Mundial. Dos meses antes del torneo –la misma distancia temporal que existe ahora–, España aplastó (6-1) a Argentina en una deslumbrante actuación. Inmediatamente fue declarada favorita unánime. Como el fútbol es variable por naturaleza, las dudas asomaron después de los mediocres partidos preparatorios de España, frente a Suiza y Túnez. De repente, el equipo había perdido el gas que no recuperó en Rusia.

Varios de los futbolistas que ahora son elogiados y se antojan indiscutibles, merecieron severas críticas en Rusia. Carvajal, impecable frente a Inglaterra y Croacia, no disputó el partido con Rusia, el que significó la eliminación. Sergio Ramos cometió errores inexplicables. Thiago nunca se impuso como titular. Isco generó opiniones tan contrapuestas que para unos fue el mejor de la Selección y para otros el principal problema del equipo. De Gea sigue como titular después de un Mundial espantoso.

En cuanto al estilo y la táctica, es verdad que la Selección ha ofrecido una idea más vertical y rotunda, pero con el gobierno de la pelota como principal criterio. Superó en la posesión a Inglaterra y no dejó ni una rodaja de balón a los croatas, especialmente en el segundo tiempo. Desde esa perspectiva, no se vio, ni de lejos, una ruptura con el pasado. Con respecto al 4-3-3, con Isco oficiando de extremo izquierdo, apenas hay diferencia con la edición de España que utilizaba a Iniesta como aparente extremo. En realidad no hay tácticas iguales con futbolistas diferentes. Luis Enrique es un ejemplo de esta realidad, tan vieja como el fútbol: eligió a Saúl y desechó a Koke.