La Fórmula 1 tiene un problema
Un partido de fútbol con los dos equipos pasándose el balón sin un tiro a puerta durante 90 minutos. En algo parecido se ha convertido la actual Fórmula 1. Carreras soporíferas (el horario de siesta imagino que tampoco ayuda), de resultado casi siempre previsible y poquísima acción en pista. Cuando un adelantamiento adquiere la categoría de acontecimiento poco más se puede decir, el problema es indiscutible. Y así gran premio tras gran premio, salvo contadísimas excepciones, vuelta tras vueltas durante dos horas de competición que llegan a hacerse eternas. La F1 tiene un problema y mirar hacia otro lado no es la estrategia adecuada para solucionarlo. Llevamos demasiado tiempo criticando la situación, parecía que la llegada de Liberty Media al Mundial aceleraría la esperada transformación pero no está siendo así.
El interés general se está viendo afectado, obviamente con el agravante de que las transmisiones se realizan en pago por visión. Sin embargo, ni siquiera los aficionados que continuan fieles a la F1, los que están dispuestos gastar su dinero por disfrutar de un buen espectáculo, ven satisfechas sus expectativas. Es de sentido común, tantos minutos sin que suceda nada en pista, tanta necesidad de información para saber lo que realmente ocurre, posiciones virtuales que cambian sin que muchos entiendan ni por qué... El deporte no puede ser para ingenieros, ni tampoco para el lucimiento de las empresas o el beneficio de sus organizadores. Nada tiene sentido cuando la competición se convierte en un clamor en el desierto, ajena a la realidad de sus seguidores. La reacción es ya una cuestión de supervivencia.