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Navarro, este final no era justo para ti

Llevaba seis años cubriendo para As la información del Barcelona de baloncesto y aquel 23 de noviembre de 1997 te vi debutar en el Palau Blaugrana de la mano de Joan Montes. Y ya me impresionaste. Veinte años después también me ha impresionado tu caballerosidad diciendo adiós a tu extraordinaria carrera en silencio.

Quizás en contra de tus sensaciones porque sé que querías seguir jugando, al menos un año más, para retirarte ganando una Liga o una Euroliga. No ha podido ser porque no has querido abrir debates ni entrar en polémicas, pero creo que merecías esa oportunidad.

Para mí has sido más que un deportista, un amigo sincero siempre y que nunca has fallado a tu cita con los medios de comunicación, por mucho que el club haya querido recortar más esa relación entre medios y jugadores.

Ahora recuerdo con especial cariño aquella despedida tuya en Andorra, junto a todos tus amigos en el verano de 2007 antes de irte a la NBA, arrastrado por un amigo íntimo, tu confidente Pau Gasol, y tu retorno un año después cuando Pau fichaba por los Lakers.

Recuerdo esa noche mágica del 11 de mayo de 2003 en el Palau Sant Jordi cuando levantabas de la mano de Svetislav Pesic, ahora de nuevo en el Barcelona, la primera Euroliga para el Barcelona y empezabas a convertirte también en una leyenda del baloncesto europeo que dejas con el mayor número de partidos y minutos jugados y de triples anotados.

Estar veinte años en la cumbre no es fácil, pero cuando se tiene a alguien al lado como tu esposa Vanessa y tus dos hijas Lucía y Elsa siempre se mira hacia adelante... hasta que alguien, no tú, dice basta. Creo que se te ha privado que todos los pabellones españoles y europeos te hubieran rendido el homenaje que los aficionados, no solo del Palau querían haberte brindado.