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Dinero caído del cielo en Can Barça

El verano le tenía preparada una agradable sorpresa a la caja de Can Barça. Que Paulinho regresase al Guangzhou por 50 millones de euros que se ejecutarán a principios de 2019 no podía esperarlo nadie. Tampoco que Digne, que había sido un anónimo estos años y al que Deschamps había dejado fuera del Mundial, fuese a recibir una oferta de 20 millones de euros del Everton. Y qué decir de Yerry Mina, que de ser un problema difícil de resolver ha pasado a defensa cotizado en la Premier por sus tres espectaculares cabezazos en el Mundial. Los pies en la tierra y la cabeza en el cielo, que diría el colombiano. Si a esto se añaden los casi 10 millones que dejará el traspaso de Aleix Vidal y la posibilidad de algún ingreso más, llámese Rafinha, André Gomes o Alcácer (los 13 millones de Deulofeu al Watford se incluyen en el anterior ejercicio económico porque se cerró antes del 30 de junio), el Barça puede redondear una cifra escandalosa que superará los 100 millones de euros y que permitirá compensar así los gastos de 107,9 que lleva hasta ahora: Lenglet le ha costado 35,9; Arthur 31 más variables; y Malcom, 41 millones. 

Las cuentas son sencillas. Si como proclama cada año, el Barça tiene 60 millones de salida para invertir, esta vez podrá destinar esa cantidad íntegra a contratar el centrocampista que pide Valverde y que le ha prometido Bartomeu después de dejarlo sin Paulinho. Esta vez, pues, no habrá una excusa económica para el club sino que Pep Segura y Abidal no podrán equivocar la elección. Han sonado De Jong, Pjanic, Rabiot y Parejo. Nzonzi (40 millones de euros de cláusula) sería el último recurso con la única comodidad de que su precio está fijado, pero no es un jugador que se mueva por el medio ni que tenga llegada. Es mucho más posicional que todo eso. Ya que el dinero ha caído en el cielo y está en la caja, no sería mala idea que el jugador fuera una elección del técnico que lo va a alinear.