Fidelidad
Me temo que funciona, a pesar de que también me temo que la orilla más romántica, ¿salvaje?, de este loco por el fútbol que suscribe, esperaba que fuera poco menos que un desastre. Supongo que por aquello de gritar gol, o árbitro cegato, a voz en grito y sin que nadie pudiese ya detener nuestra alegría, decepción, indignación, euforia o lo que fuese que nos tocase en la lotería de cada jugada y cada decisión fatal del de negro. Pero funciona. No es perfecto claro está y aburre un poco, pero es más justo. Así que habrá que comprarse la licuadora y olvidarse de aquello de exprimir frutas a mano. Para los defensas va a ser poco menos que una tortura y en cambio a los delanteros les va a ahorrar las clases en el Actors Studio. Ambos se van a evitar a la vez, en gran medida, lo de sufrir en el Dojo de cada córner. Aunque les confieso que espero que algo de dar cera pulir cera le quede a este juego, sin maldad y sin daño, claro está. Nuestro querido Sergio Ramos, sin ir más lejos, debe estar ya cambiando las artes marciales por la meditación (para lo cual, por cierto no hace falta salir del Dojo).
Los llamados programas de deportes nocturnos, es decir esos programas de fútbol, karaoke y folklore, tendrán que inventarse algo nuevo con lo que rellenar las eternas horas de moviola, pero ese no es nuestro problema. Los lunes en el bar (en el otro, el de la B) habrá que felicitar al justo ganador, o si vemos que esto nos supera, esperar un par de días para restablecer la comunicación, como en las pequeñas disputas amorosas.
Y no es que en jugadas aisladas y puntuales del pasado Mundial no me quedase alguna duda acerca de está o aquella decisión sobre asuntos de intención, pero esta clase de jugadas, eran, son y serán siempre subjetivas y la decisión continua en cualquier caso en manos del colegiado, así que cabría decir que en ese área no ha cambiado nada. En conjunto la cosa ha demostrado su utilidad por mucho que venga a alterar la temperatura del juego, y su tempo. Habrá que irse acostumbrando. Nos queda la inquietud, a mí al menos, de si la aplicación jornada a jornada, será tan mimada como en el gran escaparate de un Mundial. Esperemos que si, porque no sería justo que la licuadora de una gran evento diese mejor zumo que la de un partido aparentemente menor. Al fin y al cabo en cada campo alguien se juega todo y cada vez. De lo contrario se acabaría el invento.
En fin, que en mi modesta opinión, por ahora funciona. A mi pesar.
También le juré fidelidad en su día a mi máquina de escribir, y ahora no hay Dios que me separe de este ordenador.
Qué le vamos a hacer.