Unos energúmenos no se pueden cargar el ciclismo

 Lo vivido en Alpe d'Huez volvió a abrir el eterno debate de la seguridad en el ciclismo, cerrado desde el año pasado con aquel incidente de Contador en La Vuelta. No hay duda de que el aficionado es parte del espectáculo pero hay límites que no se pueden sobrepasar. La gente está en su derecho de mostrar su disconformidad hacia Froome o hacia cualquier otro, pero hay formas y formas. Recuerdo aquel año 1998 con el caso Festina en el que nos retiramos todos los equipos españoles del Tour. En una etapa en los Alpes, pactamos ir todos más despacio como protesta, el trato que recibimos por parte de los aficionados fue deleznable, insultos, puñetazos... una de mis peores experiencias encima de la bici.

El aficionado que golpeó a Froome y otros tantos que han protagonizado incidentes como este no dejan de ser energúmenos que tratan de cargarse el espectáculo. En Alpe d'Huez también aparecieron por primera vez las bengalas. Un problema que esperemos que sea puntual por el bien del ciclismo y para que el aficionado que va a las grandes vueltas no empiece a ser considerado un hoolligan, y no un mero espectador, como debería de ser, a mí por lo menos no se me ocurriría ir a una etapa a eso.

¿La solución a todo esto? No está ni en las vallas ni en la policía. Respeto, educación y comprensión del aficionado hacia un ciclista que va indefenso y solo trata de disfrutar de su trabajo. Yo viví un año en una cronoescalada de la Vuelta al País Vasco cómo los aficionados tenían que pagar para acceder. Una solución inviable para un deporte que si por algo se ha caracterizado es por la libertad que se le da al aficionado. Su respeto al ciclista, al igual que se regule el tema de las motos, otro gran peligro, debe llevarse a cabo por el bien de este deporte.