Vinicius no es Neymar… o sí
Pasaron 423 días desde que el Real Madrid hizo oficial el fichaje de Vinicius Junior y, si los cálculos son correctos, en este tiempo fue comparado 250 veces con Neymar, hasta en 87 ocasiones le bautizaron como el nuevo Ronaldinho e incluso algún atrevido le vio gestos del mejor Ronaldo Nazario, su padrino en la presentación. Este tipo de etiquetas, en un fútbol (y un mundo) frenético que exige resultados inmediatos, son peligrosas. Sobre todo si quien las lleva a cuestas es un adolescente de 18 años recién cumplidos, que dos antes fue comprado por el Real Madrid a cambio de 45 millones de euros (casi la mitad del precio por el que fue vendido Cristiano), y que acaba de abandonar las faldas de su país. Florentino Pérez, en su discurso de bienvenida, no rebajó la perspectiva al profetizar que "será uno de los grandes del fútbol". Paciencia. Las expectativas desproporcionadas ya se llevaron al fondo del océano del fútbol proyectos venidos a casi nada como Freddy Adu, aquel ‘nuevo Pelé’ que acabó en Estados Unidos haciendo promociones de aspiradoras, Renaldo, Keirrison, Drenthe, Adriano o Robinho…
Hasta ahora, la vida de Vinicius fue a más velocidad que su DNI. Su talento le sacó del humilde Sao Gonçalo y le llevó al Flamengo, donde se habituó a jugar con chavales dos años mayores que él; debutó con el primer equipo en mayo de 2017, con 16 años, rompiendo así las barreras de precocidad fijadas por Neymar y Gabriel Jesús; días después fichó por el Real Madrid y su estatus escaló hasta adquirir índices de popularidad poco vistos antes en Brasil para un chico de su edad; fue el más joven en marcar un doblete en la Libertadores; soportó una presión tremenda en el club con más presión de su país y no ha descarrilado. Su evolución en físico, juego y carácter es evidente: vertical, imaginativo y habilidoso desde el extremo izquierdo, ha dejado atrás el individualismo y se ha implicado más en tareas defensivas. No hay duda de que ha demostrado tener personalidad. Pero el Madrid y el Bernabéu son otro mundo. El mejor mundo posible, pero también el más exigente. Los murmullos de la afición de Chamartín duelen más que todas las patadas que pueda sufrir en el Brasileirao.
Vinicius lo sabe. Pero no se encoge a pesar de sus 18 años y un delgado historial (sólo ha jugado 49 partidos en la elite y ha hecho 10 goles). Por ejemplo, Neymar dio el salto a Europa con 21 años, 134 partidos con el Santos, 70 goles, tres campeonatos paulistas, una Libertadores, una Copa brasileña, una Recopa sudamericana y una plata Olímpica. El Madrid, que de un tiempo acá se ha afanado en la captación del talento precoz para luchar contra los petrodólares y el dinero de los clubes-Estado, ha decidido reclutarle para la pretemporada y comenzar a saborear su impacto mediático. Será tarea de Lopetegui decidir qué hacer con él: mantenerlo en una plantilla con jugadores contrastados para que construya su identidad al calor de las jerarquías y con un protagonismo de secundario o acunarle de inicio en el Castilla y tirar de él de forma gradual para facilitarle la aclimatación. En ninguno de los casos convendría descargar sobre él, a corto plazo, una excesiva responsabilidad.
Vinicius lleva entrenándose una semana con el Madrid y ya ha tenido la osadía de ‘romper’ la cintura de algún compañero con sus cambios de ritmo. En Valdebebas están ilusionados con su descaro. Es cierto que el precio del fichaje hizo dudar a más de uno pues una inversión de 45 millones en un niño de, por entonces, 16 años, no es una ganga. Pero sólo la perspectiva del tiempo hará que haya o no reproches. El mismo tiempo que dictará si Vinicius no es el nuevo Neymar… o sí.