#LaRuta: Philippe Gaumont vivió en la cultura de la jeringuilla
Durante el juicio del caso Cofidis se lo confirmó a la jueza de Nanterre: “Cien pinchazos al año no son nada para un ciclista”. Murió a los 40 años.
El Tour de Francia llegó el sábado a Amiens, una ciudad que ha albergado diez veces la meta, que ha visto ganar a ciclistas de la talla de Leducq, Darrigade, Altig, Cipollini, Greipel… Es la ciudad también de la imponente catedral gótica, del escritor Julio Verne y, más recientemente, del presidente de la República: Emmanuel Macron.
Pero en esta lista de prestigio aparece también un personaje más oscuro, golpeado por el dopaje. Y no se trata de Johan Bruyneel, ganador aquí en 1993. Sino de Philippe Gaumont, nacido en Amiens en febrero de 1973 y fallecido en Arras en mayo de 2013 a los 40 años, tras casi un mes en coma por un ataque cardiaco. Su historia rescata inevitablemente a otros nombres del recuerdo: Marco Pantani, Chava Jiménez, Frank Vandenbroucke...
Gaumont, ganador de la clásica Gante-Wevelgem en 1997 y bronce olímpico en pista en Barcelona 1992, fue detenido en 2004 durante una investigación al equipo Cofidis. Ese mismo año, poco antes de que Jesús Manzano también lo denunciara en España en el diario As, confesó las prácticas de dopaje propias y generalizadas en el pelotón profesional.
En 2005 escribió el libro Prisionero del dopaje, donde relató descarnadamente los hábitos de la época. Habló del uso de la EPO, de la hormona de crecimiento y del pote belga, una mezcla de heroína, cocaína y anfetaminas que elevaba peligrosamente las pulsaciones. “Nadie me obligó a doparme, me dopaba porque mi obligación era acabar bien clasificado”, fue una de sus frases.
Durante el posterior juicio en noviembre de 2006, en el que fueron acusadas diez personas, Ghilaine Polge,presidenta del tribunal de Nanterre, le preguntó: “¿Habla de una cultura de la jeringuilla?”. Y él respondió: “Sí, cien pinchazos al año no son nada para un corredor”.