Chava Jiménez, Pantani, Vandenbroucke y... Gaumont
Andaba yo frotándome los ojos mientras los jugadores del Atlético de Madrid levantaban la Copa del Rey (defectillos que tiene uno), cuando recibí un mensaje de un compañero periodista francés que decía: "Gaumont ha muerto esta noche". Como la fuente me merecía muchísima más credibilidad que algunas que habían circulado durante la semana, tuiteé la noticia y me dispuse a escribirla en el periódico y en la web, mientras que reflexionaba sobre dos asuntos al hilo de este drama.
Eran los tiempos de la confesión de Jesús Manzano, de la vinculación de Jesús Losa a David Millar (también encausado en el caso Cofidis), de la Operación Puerto... Del sexto y séptimo Tours, ya borrados, de Lance Armstrong... De la EPO, las transfusiones de sangre, la hormona del crecimiento, el pote belga y la proliferación de alérgicos tratados con corticoides por prescripción médica. Aquello que tantas veces nos dijeron que no eran hábitos generalizados, sino sólo prácticas minoritarias de un puñado de ovejas negras.
Gaumont ha muerto a los 40 años de un ataque al corazón. El francés enlazó el dopaje con las drogas sociales. Su fallecimiento nos transporta inevitablemente a otros juguetes rotos coetáneos, a Chava Jiménez, Marco Pantani y Frank Vandenbroucke, por hablar sólo de los más mediáticos. Alguno puede preguntarse: ¿Hasta qué punto todos fueron víctimas del dopaje? ¿Hasta qué punto el dopaje conduce a otras adicciones? Por supuesto, haber caído en la tentación de la trampa deportiva no desemboca obligatoriamente en otros submundos. Siempre habrá debate. Pero ya son demasiados casos en común como para mirar hacia otro lado con hipocresía o para seguir anclados en teorías persecutorias.