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CAMPO ATRÁS

Buss, Magic, LeBron: la leyenda de los Lakers vuelve a empezar

De la decisión de LeBron dependía que los Lakers pudieran volver a ser los Lakers. Jeanie Buss y Magic Johnson lo tenían muy claro.

Buss, Magic, LeBron: la leyenda de los Lakers vuelve a empezar

Los Lakers ya habían empezado a ser un recuerdo borroso, acuciados por el peor de los peligros: más que ver cómo una nueva generación de jugadores olvidaba su significado, que esa huella genética se difuminara también en la propia franquicia. El nuevo motor de la NBA (show en la pista y un skyline mediático descomunal) y del baloncesto californiano se había gestado al norte, en Oakland (camino ahora de San Francisco): los Warriors. Y los Lakers parecían una monumental construcción del pasado que ha sido abandonada al turismo nostálgico. Unas ruinas dejadas al abrazo de la naturaleza. Un viejo cementerio gótico: estatuas, emblemas, nombres inolvidables... Pasado.

¿Alguien se acordaba de lo que eran los Lakers? Sí: Jeanie Buss. Y Magic Johnson. Y Rob Pelinka, conocedor de la casa por sus años de trabajo con Kobe Bryant. Y conocedor, lo más importante, del mercado y sus mareas. También en esta nueva era, algo a lo que la franquicia había dado la espalda de forma insoportable. Burocracia y visión al servicio de Magic Johnson: los sonidos del parqué, el brillo de los anillos... y una excelente capacidad empresarial cada vez que ha tenido que demostrarla.

Sin los movimientos de Pelinka, los Lakers no se habrían puesto en la excepcional situación en la que aterrizaban en este mercado. Sin Magic, y su visita del sábado por la noche a casa de LeBron es la prueba, sencillamente no habrían seguido siendo los Lakers: cambiar todo para que nada cambie. Y nada hubiera sucedido sin Jeanie Buss, la verdadera heredera del Doctor Jerry, el padre del Showtime. Todo lo que está sucediendo ahora comenzó con su golpe de estado en febrero de 2017, cuando le arrebató al franquicia a su hermano Jim y a Mitch Kupchak. Los Lakers estaban a un pestañeo de dejar de ser los Lakers. Se requerían medidas extraordinarias; La línea de sangre Buss no podía seguir representada por el hermano equivocado.

¿Quién más recordaba lo que son los Lakers? LeBron James. El chico de Akron que cambió de casa 10 veces entre los cinco y los ocho años, que creció admirando a colosos como los Cowboys y los Yankees y que en sus 15 años en la NBA ha ganado unos 130.000 dólares al día... pero no ha jugado en uno de esos grandes centros de poder del deporte mundial. Uno que, insisto, corría un enorme riesgo de extinción: tras el no de Paul George, de la decisión de LeBron dependía que la relevancia de los Lakers se fuera definitivamente por el desagüe, abandonada a la sombra de los últimos que jugaron con y contra Kobe Bryant. LeBron ha querido jugar en los Lakers incluso sin un proyecto en el momento de su compromiso para desbancar en el corto plazo a los Warriors (que además serán rival de División). El mensaje es tan abrumador que, creo, devuelve por sí sola la vigencia a una franquicia que actualiza el peso de su historia. Hecho eso, es más fácil pensar que lo deportivo acabará llegando.

LeBron ha decidido seguramente porque su mujer quería vivir (al menos unos años) en Los Ángeles. Porque su hijo Bronny quería jugar en la Costa Oeste. Porque tiene negocios en Hollywood. Por el clima. Pero el peso de todos esos factores no resta credibilidad a los Lakers. Al contrario, les legitima. Todo eso han sido siempre: lo que hay alrededor, lo que no tienen los demás. Lo que convenció a Shaquille en 1996 y ya no parecía convencer a nadie en un mundo de mercados globalizados y el poder capitalizado en las manos de los jugadores. Radicalmente distinto a aquel de las llegadas a los Lakers de Wilt Chamberlain (1968) y Kareem Abdul jabbar (1975). El que Magic creó con Larry Bird en la era pre Jordan y Kobe Bryant (con otros: Tim Duncan al frente) estiró hasta LeBron tras la retirada del His Airness. Los Lakers no se jugaban aspirar al anillo 2019 o salir de un bache históricamente atroz (desde 2013 sin playoffs). Se jugaban seguir siendo una franquicia viva. En cuanto vuelvan a serlo, y el proceso acaba de comenzar, volverán a estar entre las mejores. Al menos si nos guiamos por lo que siempre ha sucedido. Hacían falta Jeanie, Magic y LeBron. Una Buss de pura raza, el mejor jugador de su generación (y de unas cuantas) y el ex que personifica la cultura de la franquicia como ningún otro (incluido Kobe). Los Lakers, sencillamente, tenían que ser los Lakers. Era tan fácil que resultaba en realidad condenadamente difícil.

LeBron se despide esta vez de Ohio sin rencores ni camisetas quemadas. Se va de los Cavs, no de Cleveland. El anuncio llegó con un escueto comunicado de su agencia, sin especiales televisivos engolados. Los Cavaliers le despiden como al enorme y completo significado que ha sido, sin infantilismos ni pataletas. Su primera comparecencia no llegará hasta el 30 de julio, en la apertura de su centro educativo (el programa I Promise) para jóvenes con problemas. Las últimas dudas desaparecieron, el sábado por la noche, con una charla cara a cara entre Magic y LeBron en casa de esta. Los Lakers le ofrecieron todo lo que fueron y pueden volver a ser. Y él firmó un contrato en 3+1 que garantiza estabilidad y la posibilidad de trazar planes deportivos a medio plazo. Hasta al más crítico le costará negar que este párrafo es prácticamente perfecto.

Tinseltown. Hollywood. El púrpura y oro. Los Lakers necesitan volver al cliché y la NBA se encuentra ante un escenario absolutamente estruendoso. Puede que, finalmente y tras acumular derrotas contra los Warriors (3-6 total en Finales), el legado final con el que sueña LeBron sea ganar con tres franquicias distintas. En su casa, con Pat Riley y en los Lakers, que en cuanto debute LeBron habrán puesto su camiseta a seis de los ocho máximos anotadores de siempre. Todos menos Dirk Nowitzki y Michael Jordan (nadie es perfecto). La unión LeBron-Lakers implica una descomunal fuerza transformadora. De momento cambia la historia de LeBron y reescribe la de los Lakers volviendo al primer capítulo: un Buss y Magic Johnson. Y todo vuelve a comenzar.