Un país hecho de fútbol

Argentina fue un país tan rico que exportó generosidad a otros países, entre ellos a España, que vivió de su trigo, consecuencia de las transacciones oscurecidas de Franco y Perón. A cambio, Perón recibió aquí un trato entre fastuoso y servicial. El cadáver de Evita, la mujer que convirtió a Perón en un mito, tuvo en Madrid los cuidados extraordinarios de los que se hizo eco Tomás Eloy Martínez en la tan famosa Santa Evita, novela que fue película. Luego vinieron desastres políticos y económicos y la desgracia de padecer la horrible tortura de las dictaduras.

Ese desastre al que ha sometido este gran país no ha podido destruir varias de sus riquezas. En primer lugar, la educación que desde el siglo XIX ha dado los mejores lectores y algunos de los grandes escritores de la lengua española. Otra riqueza, entre las variadas que dan la tierra, el mar o la inteligencia, es el fútbol, que ha sido, como es natural, igual para todos, y de cuya práctica y conocimiento se han beneficiado, en los campitos y en los patios, niños humildes y niños pudientes, juntos en la misma ambición: ser Di Stéfano, ser Maradona…, ser Messi.

La tremenda pasión por el fútbol justifica estos días de histeria. Las burlas que escucho a ese respecto, además de resultar cargantes despropósitos, desconocen el valor de lo que Argentina ha aportado y aporta a la pasión por el fútbol. Que siga en el Mundial es una noticia buena, justa y conveniente. Añado: la actitud de Messi alabando al compañero esforzado que marcó el gol decisivo no solo es noble sino que responde a la buena educación que se da en la escuela argentina.