El decreto y los matices del tiqui-taca

Van pasando los días y la rebelión de los modestos es una realidad. El asalto a los palcos VIPS de las grandes selecciones se quedó a centímetros en nuestro grupo. Ese gol de Irán hubiese colocado a los persas en primer lugar mandando a Portugal a casa y a nosotros con Cavani y cía. Es tan cierto que el fútbol se igualó en fases finales de un mes, como que a los nuestros hay que exigirles algo más. Con La Roja hay momentos que piensas que somos aspirantes claros, como otros ratos en los que da la sensación de que cualquiera nos puede dar un susto. Entre los 23 hay recursos suficientes como para no tener que jugar por decreto en modo tiqui-taca.

Da igual si el resultado nos conviene o no, que siempre tenemos ocho jugadores por delante del balón, y con Piqué y Ramos tomando la posición de un doble pivote. Los equipos ricos en registros son flexibles a la hora de mutar según requiera el momento. No es una deslealtad a una filosofía en momentos determinados que aparezcan jugadores que abarquen más campo y no sufran sin la posesión, llámense Koke o Saúl. A ambos centrocampistas los eché en falta en momentos de los tres encuentros de esta primera fase. Por supuesto que me gusta ese tiqui-taca, el mismo que nos llevó con vistosidad y resultados a ganar nuestro primer Mundial. Pero el tiqui-taca se puede matizar con otros sin traicionarle. Y más en fases finales de un mes donde el físico y la mejora de los modestos son cada vez más importantes.