El Espanyol da señales de vida
Puede que entre en el Libro Guiness de los récords la destitución de Quique Sánchez Flores y Jordi Lardín como la más tardía (o la más temprana, según se mire) de la historia: se certificó a punto de alcanzar las tres de la madrugada. Porque, no lo duden, la decisión fue de Chen Yansheng. El presidente y propietario del Espanyol ejerció como tal y, desde China, pulsó el botón rojo, del mismo color que el calendario de un equipo en caída libre que, fuera éste u otro, necesitaba con urgencia un electroshock. Y un club que, dejándose llevar por la inacción, requería directamente de un desfibrilador. Hoy, consumadas unos despidos que son noticia más por el tiempo en que se producen que por el hecho en sí (como sucedió con Ramon Robert), al menos se ha demostrado una cosa: el Espanyol da señales de vida.
Precisamente la vida deportiva, la ilusión y esa voz tan suya de la “felicidad” se le fue consumiendo a Quique desde el pasado verano, cuando se topó de bruces con una triste realidad económica que no le habían explicado. Y, sin embargo, la decisión de continuar le hizo corresponsable de lo que sucediera a partir de ese momento. La oferta del Stoke City lo acabó de despedazar todo: la confianza del club y la propia fe del entrenador. Solo así se explica que, desde esa fuga frustrada, ganara el Espanyol solo tres partidos, dos de ellos ¡contra Barcelona y Real Madrid! Una inercia de locos. Como la política de fichajes, experimentados pero con fichas altas e inversiones con difícil retorno, que hará remar al club más de lo deseable. El primer proyecto fracasó. Pero al menos el Espanyol está vivo.