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Iniesta y el Barça no se merecen estar pendientes del Bayern-Madrid

Conversación en el Camp Nou. Con perdón, pero como parafraseo a un Nobel, me lo permitirán, la pregunta es: “¿En qué momento se jodió la Liga?”. Y añadiría otra, y vuelvo a disculparme: “¿En qué momento se jodió la ilusión por ganar un doblete?”. En Conversación en La Catedral, Mario Vargas Llosa inicia el relato con la pregunta de Zavalita, quien perdido ante la situación que le rodea se martiriza con el leit motiv del relato inquiriéndose “¿en qué momento se jodió el Perú?”. Con el Barça, uno se sorprende de que la posibilidad de un doblete sepa a poco y que la arquitectura de la temporada, con sus 38 partidos de Liga y sus eliminatorias de Copa ante Murcia, Celta, Espanyol y Valencia en un enero y febrero infernales sean algo así como una hamburguesa de tofu ante el solomillo de la Champions. Ganar la Champions es glamuroso, brutal, tremendo, sensacional y grandioso... Lo que quieran, pero que nueve meses partiéndose los cuernos dependan de terceros es absurdo.

Sobran motivos. Que el Barcelona hizo el canelo en Roma es tan obvio como que Valverde a base de trabajo, seriedad y método ha levantado un equipo que en agosto apuntaba a moción de censura cada tres semanas. Y si ese hecho no les vale, tengan en cuenta que Andrés Iniesta, que a final de temporada se irá del Barcelona no se merece que su última temporada como blaugrana se valore en función de lo que hagan en Europa el Liverpool, el Roma, el Madrid o el Bayern. Que se sepa, Iniesta jamás militó en esos equipos y se merece acabar su maravillosa aventura en el Barcelona sin que nadie esté pendiente de otras cuestiones.

Una plaga extendida. La exigencia por ganar se ha apoderado de una masa social que vive demasiado pendiente de un rival, el Madrid, claro, al que se le ha superado de cabo a rabo en la Liga, pero que esgrime su poderío europeo como un arma que deprime a los seguidores del Barça, que cautivos de un extraño complejo, siguen temiendo más el éxito ajeno que la propia gloria. Y eso no es patrimonio únicamente de jóvenes que nacieron en época de abundancia. Incluso barcelonistas de cierta edad que pasaron la famélica travesía del desierto empiezan a ver los dobletes como si fueran el Gamper y el Carranza.

Los números. Puede que todo se jodiera el día en el que la estadística y los récords entraran en el fútbol y los números pasaron por delante de los colores.