Keylor, las fobias y una coleta
El proceso ha sido imperceptible para el ojo periodístico que le examina casi a diario, pero el domingo, en el derbi del Bernabéu, ya era evidente: Keylor Navas lucía coleta. Para quien no haya reparado en ello, cosa que dudo, convendría aclarar que ese mechón de pelo pertenece a la familia del ‘quiqui’, primo hermano del moño. Después de breves pero profundos debates radiofónicos sobre el estilismo del guardameta, en los que sólo se echó en falta la llamada al teléfono de aludidos de expertos en la materia como Llongueras o Ruphert (¿Alguien sabe dónde se metió este hombre?), hubo quien se apresuró a bromear sobre el parecido capilar con David De Gea, gran anhelo de Florentino Pérez, y una supuesta intención de Keylor de hacerse pasar por el español y engañar así al presidente. Me sacó una sonrisa, lo confieso, pero descarto esta opción. El portero del Real Madrid es más de despejar fantasmas que de mimetizarse con ellos. Lo lleva haciendo desde que fichó por el Real Madrid, tras ser el mejor guardameta del Mundial en Brasil. En realidad, está habituado a ello casi desde la cuna.
Nacido en el humilde San Isidro, en el distrito costarricense de Pérez Celedón, Keylor siempre remó río arriba. Rechazado en sus inicios por varios entrenadores debido a su baja estatura y con una lesión grave, se agarró a su fe y a su cultura del trabajo para levantarse tras cada caída. En el Deportivo Saprissa; en el Albacete; en el Levante, donde según su entorno fue suplente durante dos años (de 2011 a 2013) sólo porque Munúa había llegado antes que él; y en el Real Madrid, donde convive con fobias y sometido a un examen diario. Porque reconozcámoslo: a Florentino no le llena el ojo Keylor. ¿Por qué?, se preguntarán. Yo creo que ni el presidente lo puede razonar. Es posible que un día, el futbolista tuviera el atrevimiento de vestir una camiseta verde pistacho, rota y con una calavera bordada a la espalda, estética que se aleja de la universalidad que requiere el Real Madrid. O que en alguna de las comidas navideñas que se celebran en el palco de honor del Bernabéu interrumpiera una conversación con un inoportuno “¡Pura vida!”. Tal vez la explicación es más sencilla: puede que de tanto señalar a Casillas, los dedos del palco se han mantenido apuntando a la portería, sin advertir siquiera que Iker camina desde hace tiempo bajo el sol de Oporto. El caso es que ese recelo persiste, como los desaires. Por encima de paradas y ovaciones.
El mayor feo a Keylor fue aquel episodio del verano de 2015 que acabó en sainete. Florentino se lanzó a por De Gea, le metió en la operación con el United poniendo sordina al clamor del Bernabéu que pedía la continuidad del tico, pero los documentos de los contratos entraron fuera de plazo en el Transfer Matching System de la FIFA. Keylor, desde ese avión con dirección Manchester, espantó otro demonio. Me gusta pensar que la noche anterior, sospechando de las intenciones presidenciales, el costarricense se coló en el Bernabéu y cambió todas las carpetas de cajoneras... Desde entonces, Keylor ha parado. Y mucho. Una barbaridad, dejando sin argumentos a los que ansían un relevo y demostrando una fuerza mental que se explicaría fácilmente si investigando su árbol genealógico se descubre que uno de sus antepasados nació en Manacor y se apellidaba Nadal. El tico ha sumado vidas al ganar la Undécima, la Duodécima y, sobre todo, con el respaldo que le dieron Sergio Ramos y de Zidane. Sin embargo, el Real Madrid ha seguido flirteando con más de un portero, sin valorar lo que tiene en casa: el propio De Gea, Courtois, Oblak, Kepa, Donnarumma, ahora Alisson…
Es probable que Keylor no sea un tipo mediático, pecado imperdonable en una entidad que ve el márketing y la publicidad como pilares estratégico fundamental (Bale ‘enamoró’ a Florentino con su gigantesco cartel publicitario en Times Square). No tiene la envergadura ni el rostro anguloso de Buffon (tampoco esa mirada que sigue forrando las carpetas de las adolescentes italianas), ni es el dueño de la portería de la Selección española, ni Emidio Tucci le reclamará para sus campañas. Pero Keylor decide partidos. Muchos. Como ocurrió en el último derbi, como en la eliminatoria contra el PSG, como en la ida contra la Juventus… No será el mejor portero del mundo (Oblak y Ter Stegen están en camino de la canonización), pero es el portero que quiere Zidane, el vestuario y gran parte del madridismo. El Madrid no necesita gastarse este verano una millonada en reforzar un puesto titular que hoy por hoy tiene dueño (tiene 31 años). Keylor se merece confianza y reconocimiento. Incluso con esa coleta...
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