Paulo Futre, lo que se dice un ídolo

La rojiblanca era Puma, la publicidad Mita en el pecho. Llevaba el brazalete de capitán en su brazo izquierdo, el 10 a la espalda y la melena al viento. La pelota la conducía a una velocidad endiablada cosida a su zurda diabólica. Ibas al Calderón con la seguridad de que ibas a ver varias galopadas suyas con tres rivales persiguiéndole y él les regateaba les volvía a regatear. Y, de vez en cuando, con la zurda, marcaba un golazo. Y siempre aparecía liándola en todas las jugadas del resumen del Atleti en Estudio Estadio. Jesús Gil se alzó con la presidencia del Atleti por su fichaje galáctico, le compró un Porsche amarillo y le construyó una ermita en Valdeolivas para que se casase. No les pudo quitar la Liga, pero plantó cara al Dream Team de Cruyff y al Madrid de la Quinta del Buitre, al que goleó 0-4 en Liga y ganó la Copa del 92 en el Bernabéu con un golazo suyo y otro de Schuster. Mantuvo la ilusión de la hinchada rojiblanca y no se fue al Madrid, resistiendo los cantos de sirena de don Ramón (Mendoza).

Volvió en 1997 como el Cid colchonero para hacer de paraguas a Gil. Su regreso aumentó la ilusión aquel verano de fichajazos como Vieri, Juninho y Lardín. Y regresó el Añito en el Infierno como director deportivo para arrimar el hombro en el regreso a Primera y promovió el debut del Niño Torres. Un día Antic le prometió que si convencía a Vieri de jugar con molestias ante el Madrid le pondría un rato. Dio hasta masajes al italiano y le convenció para jugar, pero Radomir no le sacó ni un minuto aquel derbi. Otro día no fue al entrenamiento porque le dolía la espalda y Luis Aragonés le mandó una ambulancia a casa para que le llevara al Calderón. El Negro Fontanarrosa lo escribió así en su cuento Lo que se dice un ídolo: “No podés ser ídolo si sos demasiado perfecto, viejo. Si no tenés ninguna fulería, si no te han cazado en ningún renuncio...” Para mí, lo que se dice un ídolo es Paulo Jorge dos Santos Futre.