Bale en el Madrid, Messi en el Barça
Una de las más viejas y manidas frases del fútbol es que quien perdona lo paga. Tuvimos una gran muestra de ello en el Sevilla-Barça, en el que el líder estuvo a punto de perder el invicto, pero lo salvó al final con un empate heroico. Partido hermoso, que el Barça empezó apático sin Messi para luego ir a por todo, ya con él sobre el campo. Se volcó de forma generosa y casi suicida, expuesto a contraataques. Hasta seis muy claros concedió en media hora, y todos los falló el Sevilla. Fue un catálogo de jugadas desaconsejables en contraataques con superioridad. Y ya sobre el final, Luis Suárez y Messi alcanzaron dos goles que chafaron al Sevilla.
Son ya treinta jornadas sin perder. Un mérito enorme del líder que, no obstante, dio una floja medida sin Messi. Fue llamativo cómo la entrada de éste aceleró el ritmo de su equipo, levantó el espíritu de los suyos y afligió a los rivales. Pero lo más llamativo fue esa sucesión de contraataques malogrados y la entrega general en la última media hora. Prácticamente no hubo jugador que no acabara roto, lo mismo en el Sevilla que en el Barça. Y el Sevilla luchaba por una posición en la tabla, que aún puede mejorar o empeorar, pero el Barça luchaba por el orgullo de mantenerse invicto. Se vació por ese fin y es de agradecer.
Antes vimos al Madrid en Las Palmas. Ahí no sólo faltaba Cristiano, sino muchos más. Ante tantas ausencias fue Bale el que cogió el tambor y tiró del equipo. Jugó a la izquierda (Zidane ya va entregándose al 4-4-2), estuvo rápido, enérgico, trabajador, colaborativo. Marcó un golazo modelo Gento. Empieza a verse fuera del equipo y se rebela, y eso hace pensar qué distinto hubiera sido todo con él si hubiera jugado siempre así, en esa posición, que le va más que ninguna otra, y con esa entrega y esa energía. Hay todo tipo de cábalas sobre la posible alineación en Turín y el momento de Bale hace más difíciles todavía los cálculos.