El adiós a Europa más tormentoso
La alegría del aficionado del Espanyol dura lo que las posesiones de su equipo. Y lo mismo se podría aplicar al Betis. Lo que para unos es fugaz, para otros se alarga tanto como sus aspiraciones europeas. Las que los pericos enterraron en el Villamarín, otrora Bendito, esta vez tormentoso. Y no por la lluvia, ni por los aspersores que se dispararon. Tampoco por ese paraguas proyectado por el viento que fue el mayor peligro que sufrió Adán en su área. Ni siquiera por los súbitos apagones. O sí. Porque al Espanyol se le fundieron los plomos en el doble fallo del 1-0, Granero en el despeje y el intento de parada de Pau. Estaba escrito que, tras 21 partidos sin estridencias, cometería su error más grosero ante su próximo equipo: de tanto estar bajo el foco, se cegó.
Alineaba Quique a los mismos jugadores que venían de ganar ante la Real Sociedad, uno de los encuentros más serios y vistosos del curso. Pero demostró que el plan importa tanto como las piezas. Y el del Espanyol fue de inicio como ante Madrid o Barcelona, esperar atrás a un Betis que debió sentirse tan honrado como estafados los seguidores pericos. Los 94 pases buenos de los blanquiazules contra los 335 locales al descanso lo resumen todo. Y, en la reanudación, para colmo fallaron también los mecanismos defensivos. Y llegó el diluvio, de agua, de goles y de vergüenza. Se despide el Espanyol de Europa y casi de esta Liga. En marzo.