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Un adiós en diferido

A estas alturas, a nadie se le escapa que la temporada ha entrado en fase de cuenta atrás. Aún más cuando, en mitad de la función, desde el club se ha dado la orden de empezar a desmontar el decorado de aquello que fue el proyecto. Fuego, paradigma del delirio contractual en el que cayó el club hace dos veranos, es alfil caído en el tablero de ajedrez de Quique, que va perdiendo piezas ante Chen, más amarrategui con el presupuesto que el técnico en sus planteamientos. El traspaso del asturiano contra su opinión, no es solo un reto al técnico, sino el spoiler de un serial en cuya tercera temporada no aparece Sánchez Flores. La decisión sirve para entender que el club ha comparecido y equivocadamente o no, actúa según sus intereses, coincidan o no con los del técnico. Un Quique que subestimó el paisaje que quedaba tras el episodio del Stoke City. Perdió ascendiente ante el grupo y autoridad moral para retener a un jugador tentado por una oferta. Se le ve taciturno y hastiado. Siempre es difícil un adiós en diferido y aún mas cuando el viaje es empujar el carro de los días a ninguna parte.

Técnico y presidente han de verse y el diálogo que deben mantener, traductor mediante, puede parecerse a la versión china de aquel chiste en que el paciente agarra al dentista de las joyas de la corona y mírándole fijamente a los ojos le dice: “No iremos a hacernos daño, ¿verdad?”. La consigna es enviar el balón arriba y robarle días al calendario, al menos mientras la clasificación y la grada lo permitan. Suerte con eso.