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Carlos Sainz es un hombre afortunado

Carlos Sainz volvió este lunes a España, donde fue recibido con afecto y honores por familiares, amigos, aficionados, periodistas, políticos... Vivió una jornada de emociones, en la que no pudo evitar la lágrima cuando recordó las palabras que dijo a su mujer y sus hijos antes de viajar al Dakar 2018: “Les prometí que este año iba a acabar... Y no sólo he acabado”. Sainz libera así la tensión acumulada en el duro raid del 40 aniversario. Durante la última semana, cuando ya tomó una importante ventaja, planeó su leyenda de calamidades. En mi caso no quise propagarme mucho esos días en las redes sociales, sólo un par de tuits llamando a la prudencia, sin caer en el chiste fácil. En el Dakar, y en los deportes de motor, cualquier cosa puede pasar. Sainz colecciona ejemplos, pero no por ser Sainz, sino por los riesgos que debe asumir.

Pilotos tan experimentados en los desiertos como Stéphane Peterhansel y Nani Roma sufrieron en esta edición la crueldad de las averías y los accidentes. Tengo en mis manos el tomo de octubre de 1990 con los números de As encuadernados. El día 18 observo una foto en la portada con el madrileño entrando por la ventana de su Toyota Celica, tras haber sufrido un vuelco en la cuarta etapa de San Remo. Al día siguiente, esa primera página era bien distinta: ‘¡Campeón mundial!’. La suerte viene y va. Han pasado más de 27 años y ahora la portada ha sido: ‘Orgullosos de Carlos Sainz’. Con dos títulos en el Mundial de Rallys y otros dos en el Dakar, y con todo el cariño que le rodea en su entorno, habría que empezar a cambiar la leyenda para afirmar que Carlos Sainz es un hombre de fortuna... Además de un piloto descomunal.