Un Barça huracanado
El Barça es un huracán. Hambriento después de un último año en el que el Madrid le sacó de foco y apenas se llevó una Copa que no le supo ni a postre, tiene metido en la cabeza volver a levantar los mejores títulos. Si eso requiere concentración, estará más concentrado para evitar patinazos indecentes como los de A Coruña y Málaga del año pasado. Si eso requiere correr, hará más kilómetros que nunca con Sergi Roberto a la cabeza. Y si eso requiere fútbol, Messi jugará como antes, como siempre y como nunca.
Esos fueron los pasos que siguió el Barcelona en Heliópolis. Primero, esfuerzo para afrontar un partido físico. También humildad para tratar de igual a igual al Betis mientras a los verdiblancos les duró la gasolina. Y luego, un huracán de fútbol. El 0-1 fue una combinación André Gomes-Suárez que terminó con una cabalgada tipo Bernabéu de Rakitic. Su gol se cantó, seguro, en muchas casas sevillistas. Lo que él es. Luego llegó el show de Messi, una delicia de futbolista de la que resulta imposible cansarse. Jugó ya a favor de viento, cierto, pero es fascinante verlo. El Barça, como el día del Clásico, aplastó al rival después del descanso. Sus segundas partes (40-5) son demoledoras. Suárez, goles en siete jornadas consecutivas, ha encontrado su sitio en el dibujo de Valverde y ha entrado en el camino que le hizo Bota de Oro en 2016. Un huracán, como el Barça, que se marchó del Villamarín dejando aroma de campeón.
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