El deporte reconcilia a las dos Coreas
Kim Jong-un aparcó su habitual papel de malvado de la película en su discurso de Nochevieja, deseó “éxito a Pyeonchang 2018” y abrió la puerta a la participación de su Corea del Norte en su vecina Corea del Sur. Un detalle de profundo calado para calmar un periodo de creciente tensión. Este martes, 9 de enero, justo a un mes de la inauguración de los Juegos de Invierno, se reunieron delegaciones de ambos países y cerraron el acuerdo: habrá olímpicos norcoreanos. El deporte en pleno ha aplaudido el gesto. Sólo tiene dos patinadores clasificados y fuera de plazo, pero el COI ofrecerá facilidades y hasta invitaciones. Incluso la Federación de Hockey Hielo contempla la posibilidad de un equipo femenino unificado. Ni siquiera está descartado un desfile conjunto, como ocurrió en Sydney 2000, Atenas 2004 y Turín 2006.
Este movimiento vuelve a demostrar la fuerza colosal que tiene el deporte, capaz de unir a pueblos o, en el lado contrario, poner contra la cuerdas con la lucha antidopaje a una potencia como Rusia. El deporte ha servido esta vez para recuperar el diálogo y la cordura. “No hay nada que una más”, nos dijo el presidente del COE, Alejandro Blanco, en la redacción de As. Ha habido más ejemplos en la Historia. En 1971, China invitó a Estados Unidos a jugar unos partidos de tenis de mesa, que allanaron el camino para una visita de Henry Kissinger en plena Guerra Fría. También la India y Pakistán han disputado encuentros reconciliatorios de críquet. El deporte puede juntar todas las banderas en un desfile o en una Villa Olímpica. Su energía va más allá de los podios y los récords. Trae paz y concordia.