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La historia de ambos equipos empieza hoy

Para Joan Manuel Serrat, Tomás Roncero y Santi Giménez.

Este entretenimiento grandioso que es el fútbol nos proporciona alegrías como esta de hoy; siempre hay graciosos, o desgraciados, que tratan de poner palos en las ruedas del fútbol, y en concreto se reservan su mezquindad estética para afear partidos así.

Pero cuando el partido empiece, cuando nuestros nervios estén a flor de piel, cuando hayamos agotado nuestra adrenalina examinando las alineaciones de unos y de otros, cuando la pelota se ponga a andar, ya se pararán las especulaciones y, por decirlo con el lenguaje que ya permite la Academia, los malos rollos.

Es fútbol, algo que hacen veintidós entre los cuales se mezclan algunos árbitros y un millón, o muchos millones, de intereses. Manuel Vicent dice que son multimillonarios dirigidos por un árbitro que gana el 1% de lo que ganan los intérpretes.

Es fútbol; se repite cada semana, y cada año hay tres o cuatro partidos como este del mediodía en el Bernabéu. Lo llaman El Clásico como si partiera de una partitura y se interpretara del mismo modo, como los conciertos de Strauss en fin de año.

Y siempre es un concierto distinto. El clásico del fútbol, el de hoy y el de cualquier día de cualquier competición, de cualquier estación, será distinto de principio a fin. Y nadie lo puede predecir, ni los jugadores ni sus entrenadores, ni los directivos, ni siquiera Alfredo Relaño, que los ha visto todos desde que tiene uso de razón futbolística, es capaz de decir qué va a pasar hoy en los marcos de dos porteros admirables, Ter Stegen y Navas, amenazados por dos futbolistas colmados de oro, Cristiano y Messi.

Nadie sabe qué va a pasar, y eso es lo bueno, que la historia empiece de nuevo cada vez que estos dos equipos se enfrentan; da igual que estén en forma o que anden derrengados. Este partido inaugura su historia, y el que no se siente a verlo con ese espíritu no sabe si está viendo fútbol o leyendo un manual de la historia de este deporte que el Madrid y el Barça han convertido, desde hace muchas décadas, en un espectáculo bello y por tanto imprevisible.