Habló Guillermo Amor y subió el pan

En la comida de Navidad, Cerezo dedicó el párrafo final de su alocución al caso Griezmann. Su tono, habitualmente cordial y jocoso, se volvió solemne en ese momento: “Pedimos respeto”, dijo, y lo dijo con la gravedad del que no anda con cuentos. Luego, en la mesa, se comentó el caso. El Atlético es segundo en LaLiga, aspira a ganarla, ya se la quitó al Barça en el propio Camp Nou no hace tanto, y en esas se encuentra con que el rival está tanteando fuera de plazo y norma a su atacante más significativo. Y, además, Amor va y lo cuenta como si tal cosa en una entrevista con Mónica Marchante al final del partido de turno, el Barça-Depor.

Ya saben: está prohibido hablar con jugadores con contrato en vigor antes de que falten al menos seis meses para el final del mismo. Todos sabemos que se hace con mucha frecuencia, o lo sospechamos. Por ejemplo, ahora tenemos en curso el caso Kepa, que hace temer lo mismo. Pasa mucho. Lo que no pasa nunca es que un ejecutivo del club que está en tratos clandestinos con un jugador de otro club vaya y, suelto de cuerpo, lo casque en la primera entrevista que le hacen en televisión. Como no es normal lo que poco antes hizo Robert, que fue a Brasil a tratar con Arthur y se retrató con él embutido ya con la camiseta azulgrana.

¿Cómo pueden incurrir en esto? Estupendismo, cebollinaje, falta de preparación para determinadas funciones. Parecería que haber jugado bien al fútbol (los dos jugaron bien) baste para ser ejecutivo del club, y ya se ve que no es así. Ahora, el Barça corre un riesgo y de paso ha colocado a Griezmann, el jugador al que aspira, en una difícil situación. Los hinchas del Atlético, que ya recelaban de su lealtad, han sabido ahora fehacientemente que está en tratos prohibidos con el Barça. Con el mismo derecho están enfadados los del Gremio con Arthur tras su foto de blaugrana con Robert. Esas cosas cuestan dinero.