Valverde-Unzué y el factor humano
Entre amigos. Desde que los equipos saltaron al campo se puso en escena una complicidad, la de Unzué con Valverde, que bromeaban, se toqueteaban, al salir de los vestuarios, y se despedían con un saludo en la barriga de cada uno, y con sonrisas, cuando ya los equipos estaban en el campo. Se desearon bien, por supuesto, y luego vinieron Messi y Aspas a hacer de las suyas. Los entrenadores se temen y se quieren. Los futbolistas se temen y quieren que el otro muerda el polvo.
La venganza. Y en seguida que los buenos deseos (digámoslo así) de Valverde se cumplieron, el gol de Iago Aspas, tan deseado por Unzué como temido por su pasado barcelonista, dejó al entrenador del Barça tiritando y a Messi al borde de la venganza que lleva en el pie izquierdo. Su disparo puso las cosas en punto muerto. Ni sonrisa para Unzué ni sonrisa abierta hasta la risa de Valverde. Y vuelta a empezar.
El desempate azulgrana. Las espadas (y las aspas), como se decía antes, quedaron en alto, y el Barça jugó como si el desempate fuera una ley del fútbol, la ley de Lionel Messi. Cuando se consolidó ese objetivo el Celta mostró, otra vez, el factor humano: no se puede decepcionar a la historia de estos encuentros, el Barça tiene que caer, por lo menos un poquito, no sólo para LaLiga se anime sino para que el mar de Vigo se estremezca. Un Barça-celta de estos últimos años es como una ruleta rusa, ya que estamos en época de Mundial moscovitao.
Y vino el empate. Ya en ese momento Valverde se crispaba con los árbitros de su zona, se recordaba, cómo no se va a recordar, el hálito de tragedia que tienen estos partidos y ni el sensato Unzué o el sensato preparador del Barcelona estaban para bromas o para abrazos en esos momentos de tensión. Es el factor humano del fútbol: quieres que el otro se caiga (un poco al menos) aunque sea tu hermano de pupitre.
¿Y ahora qué? El Barça ha basado el éxito de su temporada en esa sensatez frente a los desquicies de su junta directiva: Valverde for president. En esa sensatez del entrenador y en una defensa rocosa que recompensaba atrás el genio delantero de Lionel. Pero ahora se ha abierto un paréntesis de duda en la retaguardia. En fútbol un empate es un punto y seguido, y además es tan solo un punto. Al Barça le faltó “el después” del empate, lo intentó con furia pero sin tino, el palo le devolvió a Messi, por enésima vez, su negativa, y el Barça se fue a estudiar cómo aguantar ahora la burla de los que estaban deseando que dejara de ser invencible. El factor humano hace creer que incluso Unzué estaba entre esos agoreros.