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6º de EGB, El País y el As y dos pistolas

Empecé a comprar el AS con 10 años. Iba a 6º de EGB. Cada día, a las doce, a la salida del cole (Colegio Público Cid Campeador), cuando iba a mi casa a comer, paraba en el quiosco sito en la calle José de Cadalso esquina Valle Inclán (aún resiste ese quiosco en estos tiempos en que cada año cierran la mitad de los quioscos) y compraba El País y el As. El dinero me lo daba mi madre cada mañana, incluido el necesario para comprar dos pistolas en la panadería. Nada más subir a casa, en lo que Mari Pili calentaba la comida que había dejado hecha mi madre, me devoraba el As. Era en blanco y negro, pero yo lo recuerdo en color. Aquellas fotos en huecograbado te contaban el partido, el entrenamiento, el gesto técnico. Viendo esas fotos olías el césped del Bernabéu y del Calderón… Por las tardes, al salir del cole casi siempre íbamos a casa de mis abuelos maternos y allí me leía el Marca, que lo compraba mi abuelo Bernardo. O sea, que tenía también otra perspectiva casi todos los días.

Cuando volvía al cole a las tres (el horario era de 9:00 a 12:00 y de 15:000 a 17:00) comentaba con mis compañeros todo lo que había leído en el As y muchos ya venían a preguntarme directamente porque ellos no compraban el periódico. En 7º y 8º ya fueron unos cuantos los que imitaron mi costumbre y podíamos compartir la información y debatir, casi siempre sobre el Madrid y el Atleti (en mi clase, en un cole de Aluche, había 22 del Madrid, 8 del Atleti, tres de la Real Sociedad, por aquello de que la Real acababa de ganar dos Ligas).

Recuerdo la noche del España-Malta con la alegría y la euforia que lo vivimos en mi casa con mi padre, mi madre y hasta mi hermano David cantando los goles (Carlitos tenía dos años y ocho meses y seguro que le despertamos con los gritos y mi madre estaba embarazada de Gonzalo, que nació dos semanas después, y el Little también vivió aquella fiesta del gol con el gallito de José Ángel de la Casa en el gol de Señor). Pero sobre todo recuerdo cómo fui al quiosco como cada día y me quedé de piedra al ver que el montón de Ases no estaba por ningún lado. De El País y del resto de periódicos había algún montoncito, pero escaso, porque la gesta de la Selección de Miguel Muñoz vendió también periódicos generalistas. Con El País en la mano, no me salían las palabras para pedir el As. Me angustiaba la posibilidad de no poder ver los 12 goles en las fotos del AS según comprara las dos barras de pan. No tuve que hablar. El quiosquero buscó por dentro y me dio el As. “Toma chaval, que tú lo compras todos los días”. ¡Me lo había guardado! Entre el 12-1 y ese gesto yo era el chaval más feliz en la faz de la tierra.

En mi etapa de aprendiz de futbolista salí varias veces en el AS con las alineaciones del juvenil del Atleti. Y mi madre me hacía montajes sobre sus páginas con mi cara sobre la de Goicoechea (entonces se escribía así) en el once ideal del primer proyecto de Jesús Gil. Compré El País y el As cada día (cambié de quiosco por la ubicación del Santa Cristina hasta que llegué a la facultad. Allí, en Somosaguas (hice Empresariales, tres años que no tres cursos) empecé a comprar El País, El Mundo, el As y el Marca. Con la Liga Fantástica mis hermanos pequeños se hicieron más de Marca, donde yo, ya aprendiz de periodista, empecé a trabajar en marzo de 1996 (hasta enero de 2005). Curiosamente, trabajando yo en Marca, mi hermano Gonzalo salió en portada de As Madrid por un golazo que marcó desde el centro de campo de saque de centro con el infantil del Atleti. También leíamos las crónicas y alineaciones de todos los equipos en los que jugó mi hermano Carlitos, que ahora, un par de veces al mes, también escribe en As.

Tras mi paso por la Cope llegué a As en noviembre de 2009. Llevo trabajando aquí ocho de los cincuenta años que cumple ahora As, pero lo he leído casi todos los días desde hace 35 años. Por eso intento trasmitir la emoción que yo sentía al leerlo en nuestra casa de Valle Inclán y en los veranos, como aquel en Torre del Mar (Algarrobo Costa) en el que me tenía que andar un par de kilómetros a las cuatro de la tarde para comprarlo porque no llegaba hasta esa hora. Y no lo abría hasta volver al apartamento para ver los fichajes de la Liga, sobre todos los del Madrid y el Atleti. El As fue, es y será el mejor vehículo para trasmitir la emoción del deporte y sus héroes. Lleva 50 años haciéndolo. Y seguirá haciéndolo.