España recibe un aviso para navegantes

España fue menos de lo que se esperaba en San Petersburgo, donde la selección rusa jugó como si la debieran dinero. España, no. Ofreció detalles, atisbos de su enorme potencial, pero nunca alcanzó el control del juego, que es la madre del cordero en este equipo. El control le sirve para atacar, para defender, para desanimar a los rivales, para mantenerles lejos de la portería, tan lejos que la mayoría se encierran en su área.

La selección permitió un partido abierto, de viento variable, el típico encuentro que invita al entusiasmo de los rivales. Al equipo de Lopetegui, y al de Vicente del Bosque, y también al de Luis Aragonés, no le gusta correr hacia atrás ni estructurarse alrededor del área y esperar la respuesta creativa de su adversario. Es la diferencia entre España y el resto de las selecciones. No es un equipo ortodoxo. Funciona mal o regular donde los demás se sienten cómodos. Funciona de maravilla donde los demás se sienten incomodísimos. Es decir con la pelota en los pies y en dosis masivas.

Hubo más distracciones de las normales –dos goles después de saques de banda, uno de ellos favorable- y un dato que conviene arreglar en los próximos meses. España no funciona con la defensa de tres centrales y dos carrileros. O no va en su cultura futbolística, o no dispone de los jugadores adecuados, o no entiende bien esta moda retro, tan característica en los años 80 –Argentina ganó el Mundial 86 con ese modelo y Alemania repitió cuatro años más tarde- y que ahora ha regresado como un virus.

El momento crucial para la recuperación de este sistema se produjo entre el Mundial 2014 –desastre frente a Holanda- y la Eurocopa de Francia –derrota sin paliativos con Italia-. Los dos equipos con tres centrales y laterales largos. La Juventus de Conte había dominado el fútbol italiano con sus tres centrales como base del equipo, a partir de los cuales se establecía una especie de gran círculo en el equipo, con los indesmayables carrileros bien pegados a la raya, uno o dos puntas y tres centrocampistas interiores. Pocos entrenadores, quizá ninguno, han automatizado tanto y tan bien el sistema, para defender y para atacar. La salida del balón en la Juve era casi perfecta.

Conte llevó el sistema a una selección italiana sin estrellas. Era una Italia menor que parecía una Italia mayor. El truco estaba en el entrenador, como ahora se ha visto. Conte es muy superior a Ventura. Seguramente tomó nota del estacazo de España en el Mundial de Brasil. En los octavos de final de la Eurocopa 2014, Italia eliminó a España sin despeinarse. No necesitó de un gran juego. Ganó por KO táctico. Días después, Alemania, que jugaba con cuatro defensas desde los tiempos de Klinsmann como seleccionador, regresó al 5-3-2 para enfrentarse a Italia. Venció Alemania. Desde entonces, Argentina y ahora Inglaterra se han incorporado a una moda que disgusta a España.

La selección empleó este sistema en Wembley, frente a Inglaterra. Fue un mal partido, salvado a última hora por el ingenio de Iago Aspas. En San Petersburgo, Lopetegui utilizó el módulo en la segunda parte. Tampoco funcionó. Todo el mundo se sintió incómodo. España necesita muchos centrocampistas, mucho juego interior y dos laterales que sorprendan. Es su seña de identidad. Lo sabe todo el mundo. Tendrá que articular la manera de reducir los problemas que le causaron Italia (Conte) y Holanda (Van Gaal). Lo más probable es que la mayoría de sus rivales utilicen el sistema que tanto ha incomodado a la selección en los últimos dos grandes torneos.