HÉCTOR MARTÍNEZ

Italia: los suecos ‘traicionan’ a su querido San Siro

La azzurra dice adiós al Mundial en un estadio con gran recuerdo sueco: Gren, Nordahl y Liedholm formaban el trío que maravilló en el Milán de los años 50.

Héctor Martínez
Nació en Madrid en 1969. Licenciado en Ciencias de la Información (Periodismo) por la Universidad San Pablo CEU. Entró en el Diario AS en 1991. Hasta 2017 ejerció como redactor en las secciones de Baloncesto, Cierre, Más Deporte, Fútbol y Motor. En 2016 es nombrado redactor jefe de la sección de Motor. Desde 2017 es subdirector del diario.
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Tiene su aquel que hayan sido unos suecos los que hayan hecho llorar a San Siro. Pregunten a los aficionados más veteranos del AC Milán por el fútbol sueco y verán cómo se les escapa una sonrisa. Bastan tres sílabas: Gre-No-Li. Tres sílabas que engloban a Gunnar Gren, Gunnar Nordahl y Nils Liedholm, trío que maravilló en aquel club en los años 50. El mejor de ellos fue Nordahl, el primero en ser rossonero, máximo goleador de la Liga italiana cinco años. Pero mucho más: tercer máximo goleador de la historia de la Liga y máximo goleador en la historia del Milán.

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Aquellos eran otros suecos, así que duele más perder ante los de ahora. Que son peores. Porque la selección que dirige Jan Andersson se mostró gris en los dos partidos de la repesca, un equipo plano ante el que nada supo hacer Italia. Que, para más inri, ni en el minuto 95 se había dado cuenta de que los suecos son más altos… ¡Y venga a colgar balones! La siguiente frase no es ventajista: Italia no juega a nada. No lo es, en serio, Gian Piero Ventura ha logrado el más difícil todavía: enfadar a quienes defendían el ADN del que hizo gala el fútbol italiano a lo largo de la historia y también a quienes confiaron en su apuesta por el buen trato a la pelota. Ventura pasará a la historia como el seleccionador que dejó a Italia sin Mundial y eso es mucho decir en un país que cada cuatro años aguarda esa cita y canta cada himno como si fuera el último.

Ayer, al mediodía, hablé con un amigo italiano. Me reconocía que el país entero aguantaba la respiración. "A ver qué hace el loco éste", me soltó, aludiendo a Ventura, a su alineación incógnita. En unas horas iba a estar en la grada de San Siro para ser testigo del primer partido del Mundial de Rusia 2018. Sufrió, lógico. Porque lo de ayer ya era parte del Mundial, porque desde 1958, Italia no faltaba en el menú, porque se va a hacer raro ver una Copa del Mundo sin esos de pantalón blanco y camiseta azul.

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