Ni casta, ni orgullo; sólo bochorno
El Zaragoza abochornó a los suyos en El Alcoraz y ahora hay que cargar con las consecuencias de este ridículo. O de esta vergüenza, como no dudó en señalar Toquero en un ejercicio de sinceridad. Las críticas, como es norma en el fútbol, se concentran en el entrenador, que se equivocó más que nunca y hasta quizá se traicionó a sí mismo, pero el Zaragoza no fue barrido por el Huesca porque en el once titular no estuvieran Delmás, Eguaras o Febas. Estas tres ausencias podrían explicar una derrota digna, pero de ninguna forma responden directamente a la debacle que sufrió el equipo en el estadio azulgrana. El Huesca, pletórico de ganas, le dio al Zaragoza un repaso histórico. Un repaso de velocidad, de intensidad, de fútbol de verdad. Le pasó literalmente por encima y puso en evidencia la actitud de la mayoría de los futbolistas del Zaragoza, al que el derbi les vino muy grande.
Así que el problema es mucho mayor que el de un entrenador que se ha equivocado con la alineación o con el planteamiento. Directamente, el Zaragoza no compitió. Y cuando un equipo con las obligaciones del Zaragoza no compite hay que empezar a preocuparse. Natxo González es el primero que debe revisar su librillo de las últimas tres jornadas, pero los jugadores, que casi siempre se van de rositas hasta que el agua llega al cuello, deben empezar a tener claro dónde están y qué se espera de ellos. La afición, el zaragocismo, lleva apoyándoles decididamente tres meses, pero no va a soportar más partidos como el del lunes, donde no hubo ni casta, ni orgullo. Sólo bochorno y ridículo.