OPINIÓN

Una revolución para el tenis

Es la eterna pregunta: “¿A qué hora juega Nadal?”

Jesús Mínguez
Nació en Guadalajara en 1973. Licenciado en Periodismo por la Complutense. En AS desde el año 2000, es redactor jefe de Más Deporte. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos y unos Paralímpicos, Grand Slams de tenis, Davis, Laureus, candidaturas olímpicas, política, dopaje o grandes combates de boxeo. Le gusta escribir de deporte y también practicarlo.
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Es la eterna pregunta: “¿A qué hora juega Nadal?”. “Depende”, suele ser la respuesta. Del turno, de la duración de los partidos previos, de la climatología si es al aire libre... El tenis y sus horarios. Bueno para canales temáticos que llenan horas de programación —el Masters 1.000 de París se extiende de once de la mañana a la medianoche— y malo para los generalistas y el aficionado, que puede volverse loco esperando o perderse algún set. Pues bien, la ATP experimentará la semana próxima en Milán nuevas reglas con sus nuevos tenistas, los que ha bautizado como NextGen. Reúne en un mini-Masters, del 7 al 11, a los siete mejores Sub-21 (Rublev, Khachanov, Shapovalov, Coric, Donaldson, Chung y Medvedev) y a un invitado italiano que ejercerán de conejillos de Indias para probar nuevas reglas.

Medidas encaminadas a agilizar el juego, hacerlo más atractivo para las televisiones y enganchar a un público joven. A saber: a cinco sets pero de cuatro juegos (tie-break con 3-3) y sin ventajas (con iguales se juega el punto definitivo). Un reloj en pista controlará los 25 segundos entre punto y punto y que el calentamiento sea sólo de cinco minutos. No habrá let en el saque: si toca la red y cae dentro, se sigue. Desaparecen los jueces de línea, y sólo habrá uno de silla porque el Ojo de Halcón será automático, no bajo petición. El tiempo médico se restringe a uno. El jugador y el entrenador se podrán comunicar (aunque no entrará en pista), acabando con el coaching. Y el público podrá moverse por las gradas a excepción de en los fondos. Más show. ¿Cuajarán los cambios? Hacen falta. Pero la tradición pesa.

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