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MR PENTLAND

Sufre Míchel; suena Recio

Si el fútbol no es maravilloso, por adictivo y sorprendente, que alguien se atreva a contradecir a Hornby, a casarse el día de final o a pestañear más lento de lo recetado.

Sufre Míchel; suena Recio
JORGE GUERREROAFP

Si algo refleja a la perfección la prosa de Nick Hornby en ‘Fiebre en las gradas’ es que el fútbol está por encima de casi todas las cosas. Organizamos la semana en torno a él. Nos ilusionamos o deprimimos por su culpa. Y hasta llegamos a soñar más con el balón que con alguna vigilante de la playa. Personalmente la oda del escritor al Arsenal, siendo divertida y fresca, se me queda escasa de proezas jamás vistas por un seguidor de verdad. No es para tanto. Algunos, por poner un simple ejemplo, hemos llegado a cambiar la fecha de la boda, sin divorcio, con un mes de antelación y con bastante compresión, por las obligaciones que marca una inigualable final de Champions.

Siempre vi el fútbol como la única droga que me permito consumir. Y cuando me preguntan qué tiene de especial, siempre respondo de la misma manera: es impredecible. Posee un ingrediente diferente a todo lo demás que nos rodea. Por eso, aunque siempre haya once jugadores por bando frente a frente y 90 minutos por delante, pestañear es una acción de riesgo. Unas veces hay remontadas imposibles. Otras, goles del portero. Alguna más, títulos que van o vienen en un minuto. Hay partidos detenidos por alguna portería caída. Duelos sin avisar a puerta cerrada. Alineaciones indebidas. Apagones. Por no recordar escenas tan inolvidables como truculentas que jamás hubiéramos imaginado. Estos días, la teoría se ha vuelto a alimentar: mientras habíamos visto y asimilado ya cómo algunos presidentes despedían al mismísimo líder de Primera (Antic) o al reciente campeón de Europa (Heynckes), el Málaga no se cansa de renovar públicamente la confianza en Míchel, el entrenador del colista, pese a llevar un punto de 24. Algo inaudito en España, en la Liga de las exigencias.

Para entender la problemática situación que se vive en La Rosaleda hay que remontarse al verano, cuando Al Thani descompuso un equipo al que el propio Míchel había dotado de solidez, encanto y futuro. Sin embargo, las soluciones ahora son más difíciles de encontrar. Míchel, por confianza en su trabajo, agradecido por el récord de abonos al que había contribuido, por solidaridad con sus chicos o por cabezonería (no sean malpensados con lo del dinero), desperdició dos ocasiones de oro para echarse a un lado y salir como un héroe traicionado. Sin arriesgarse a que su paso por Málaga pasase de la gloria (aún posible) al descalabro (más cercano). Primero denunció sin plantarse la venta masiva de estrellas y la escasa llegada de relevos de peso, y más tarde vio cómo Arnau, su gran valedor, fue despedido de mala manera en este arranque para fichar por tercera vez en su puesto a Husillos. La consecuencia es que, aunque la grada aún es unánime mirando al palco, ya hay voces críticas con el banquillo en vísperas, nada más y nada menos, de la dura visita al Camp Nou.

Aun así, la verdadera papeleta la tiene el que manda. El jeque debe elegir: confianza ciega, como se desliza, o despido procedente, como más de uno ya teme como simple consecuencia de los malos resultados. Al Thani tiene la última palabra y, pese a lo que escucho y leo, me da que lo que el jefe pretende dista mucho de lo que el resto imagina. Ya saben que esto es impredecible... Más allá de suplicar un milagro, como prioridad que asegure su paz y los ingresos, el dirigente tiene otro plan por si las victorias no llegan de una vez: que las críticas hacia su persona se vayan compensando con las dedicadas al entrenador. Los presidentes son así. Primero ellos y luego el resto. Lo que está claro es que, haga lo que haga, tiene bastantes opciones de patinar. Y no lo digo yo. Nos lo recuerda la historia. Las tres ocasiones anteriores en que un colista llevaba un punto en las ocho primeras jornadas (Castellón 81-82, Sporting 97-98 y Levante 07-08) acabaron con descenso pese al relevo de técnico. La única vez que un club mantuvo la categoría en esas circunstancias fue el Real Jaén en la temporada 1956-57. ¿Y saben cómo? Poniendo a un jugador de entrenador... Con Al Thani todo es posible, así que no se extrañen si lee esto por Twitter y copia la idea a la desesperada de entregar un barco a la deriva a su capitán más experimentado. Suena Recio.

El pasado de nuestro fútbol ya estaba lleno de regalos. Aquel Real Jaén dirigido por Tomás Aranaz comenzó tan mal como este Málaga, por lo que el presidente dio plenos poderes a un defensa llamado Pepe Millán, que ha pasado a la historia por ser el primer granadino en jugar con la Selección (en Lisboa, 1945), por colarse entre las leyendas del Granada (con el que subió a Primera), por desechar sin deprimirse el fichaje del Madrid y, ya en los banquillos, por dar la primera oportunidad a Pirri como profesional. Millán salvó al Real Jaén tras ganar al Atlético en la última jornada y, por cierto, autoalineándose de central en varias ocasiones.

Si el fútbol no es maravilloso, por adictivo y sorprendente, que alguien se atreva a contradecir a Nick Hornby, a casarse el día de una final o, peor, a pestañear más lento de lo recetado.

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